Bocanada de aire fresco en la quebrantada relación entre Venezuela y Estados Unidos. Aunque se vale ser escéptico por el reconocido talante ventajista de Nicolás Maduro, los hechos concretos de las últimas horas muestran que el vecino país se encamina hacia un proceso de democratización plena, definitivo, para resolver sus profundas crisis económica, política y social.

Los resultados de acercamientos, tan pragmáticos como discretos, entre representantes de los gobiernos de Maduro y de Biden dejan, por el momento, tres realidades creíbles. Por un lado, la firma en Barbados de un acuerdo de garantías entre la opositora Plataforma Unitaria y la delegación del chavismo para celebrar elecciones presidenciales durante el segundo semestre de 2024. Por otro, el levantamiento temporal de algunas sanciones sobre el petróleo, el gas y el oro, que Caracas podrá volver a negociar tras la autorización del Departamento de Estado. Y, el colofón de las dos anteriores, sin duda, la más significativa: las primeras excarcelaciones de presos políticos. Cinco en total, entre ellos, el periodista Ronald Carreño, cercano a Juan Guaidó, y el dirigente de Primero Justicia, Juan Requesens. Ambos sumaban años presos por el régimen.

Desde esta perspectiva, los distintos actores, incluido el propio Maduro que llama a Estados Unidos a comenzar “una nueva etapa” de sus relaciones rotas desde 2019, se revelan complacidos por los resultados alcanzados. La oposición estima que existen señales razonables para ver el futuro con moderado optimismo. Ciertamente, tras años de absoluta inercia, en los que el chavismo no daba garantías de ningún tipo, sino que en las mesas de negociación giraba sobre un mismo eje, exigiendo impensables que enrarecían el ambiente, cuando no dificultaban el menor avance de las partes, al menos ahora parece que empiezan a suceder cosas. También es cierto que Estados Unidos en la era Trump mantenía una política de aislacionismo y duras sanciones que, luego de la llegada de Biden al poder, se matizaron para darle espacio a la realpolitik. O a lo que es lo mismo, a una política basada en criterios pragmáticos, sin ideologías.

Aun así, nadie se atreve a cantar victoria. El sucesor de Chávez, en reiteradas ocasiones, ha demostrado su sobrada capacidad para socavar los principios democráticos, echando mano de estrategias violatorias de derechos humanos fundamentales. De modo que un buen termómetro serán las elecciones primarias de la oposición, previstas para este domingo, en las que la candidata con más opciones para ganar, María Corina Machado, aparece inhabilitada. Estados Unidos mete presión frente a este asunto crucial, advirtiendo que en el camino, después de analizar cada paso, irá calibrando la política de sanciones. De hecho, el colombiano Juan González, principal asesor para Latinoamérica del presidente Biden, anticipa que los alivios anunciados tienen una vigencia de seis meses. Y si se producen retrocesos, serán reevaluados.

¿Es un riesgo que vale la pena correr o son nuevas maniobras del chavismo que se frota las manos por los cuantiosos recursos económicos que recibirá? Solo el tiempo lo dirá. Por el momento, el camino, al que se aferra la oposición, está definido: liberación de más de 300 presos políticos, tres de ellos ciudadanos estadounidenses, elaboración de un cronograma electoral equitativo, habilitación de candidatos, actualización del censo de votantes de los venezolanos en el exterior, observación internacional de los comicios. Bueno, eso fue lo que firmaron los chavistas, que tienen hasta noviembre para mostrar progresos precisos. En últimas, son movimientos determinantes en el desafiante tránsito hacia la plena democratización del país, seguidos de cerca por Washington, que considera una próxima visita de su embajador en Bogotá, Francisco Palmieri, designado como el jefe de Misión de la Oficina Externa de EE. UU. para Venezuela.

Una vez se despeje, totalmente, el derrotero hacia las elecciones en 2024, se da por sentado que Maduro hará todo lo posible para seguir atornillado en el poder. Lo que está por verse es si la oposición salió de su laberinto, superó sus diferencias y aprendió, por fin, la lección de la unidad, la renovación y las propuestas posibles para movilizar a un electorado hastiado de las arbitrariedades del chavismo. Mientras, Estados Unidos se mantiene inamovible en el juego, de eso no cabe duda. Sobre todo, porque si Venezuela no se estabiliza sus ciudadanos continuarán su éxodo insufrible. Tampoco de la escena podrá salir Colombia que mantiene unida su historia a la de su vecino.