La condena de Tomás Maldonado Cera, ‘el Satánico’, a 46 años de prisión por el feminicidio de Brenda Pájaro trasciende el ámbito de la justicia hasta convertirse en un mensaje poderoso contra la violencia de género en Colombia. Particularmente, en la región Caribe, donde nunca antes se había impuesto una pena tan elevada por este atroz delito.

Quienes aún justifican ataques verbales, maltratos físicos y sicológicos o abusos sexuales contra niñas y mujeres, pasos iniciales de la horrífica senda de la violencia machista que algunos hombres se niegan a desandar, quedan notificados.

La sentencia envía una perentoria advertencia sobre las consecuencias de tan reprochables actos: para los agresores no habrá impunidad, ni perdón, ni olvido; solo justicia.

La acertada decisión de la juez Novena Penal del Circuito con Funciones de Conocimiento de Barranquilla también es un tributo para las miles de mujeres que, dentro y fuera de sus hogares, son víctimas de distintas formas de repudiable e irracional violencia por el simple hecho de serlo. Seres cercanos, vecinas, amigas o desconocidas que sufren atentados diarios contra su integridad, dignidad y libertad, cometidos en relaciones de desigualdad o dominación que se repiten cada vez con más frecuencia, intensidad y gravedad hasta el punto de hacerse irreversibles. Formas cíclicas de erosionar su autoestima, provocarles dolor y obligarlas a hacer lo que no desean: así es cómo los agresores incrementan su grado de poder y control sobre ellas.

Visibilizar los casos de violencia de género, al igual que las condenas contra asesinos, violadores y maltratadores de niñas y mujeres debe ser un elemento central en la agenda de los medios de comunicación, en los debates académicos e incluso, en la actual campaña electoral. Es cuestión de humanidad.

A tenor de comentarios casi misóginos en las redes sociales de EL HERALDO a algunos les resultó excesivo el despliegue dado a la condena contra ‘el Satánico’. Mira por dónde, casi todos son hombres. Debe ser por eso que no les parece relevante que guarden en la cárcel a un asesino de mujeres. Puede ser que también olviden que aquello de lo que no se habla, no existe. Nadie debería guardar silencio, nosotros no lo haremos: eso sería normalizar la brutalidad.

Así que para que estemos vacunados contra el síndrome del negacionismo de la violencia machista, volvamos sobre el deplorable feminicidio de Brenda Pájaro, quien no sería la primera víctima fatal de este sujeto con rasgos de sicópata, a juicio de psicólogos forenses, al que la Fiscalía vincula con otros seis crímenes de jóvenes, mujeres e integrantes de la comunidad Lgbtiq+, entre 2002 y 2004, en Barranquilla.

Hace casi cinco años, en una zona enmontada de Miramar, fue hallado el cuerpo sin vida de esta madre de familia. Por la relación que mantenía con Maldonado Cera, este fue señalado como el responsable de su desaparición y asesinato. El tiempo le dio la razón a los seres queridos de Brenda, quienes desde el primer momento emprendieron una durísima cruzada por hallar verdad y justicia. Jamás eludieron dar esta batalla ni resignaron sus esperanzas. Ni siquiera en las circunstancias más adversas cuando todo parecía estar perdido. Finalmente, lo consiguieron, ¡pero a qué precio! Hoy se sienten aliviados.

Desmorona constatar cómo normas o leyes, sobre todo, aquellas que supuestamente reivindican los derechos de las afectadas por violencia de género, en ocasiones revictimizadas por las mismas instituciones, no priorizan sus casos ni salen en su defensa. De ahí que la condena contra Maldonado Cera se valore como un triunfo de Gisela, la hija de Brenda, de Carlos, el hijo de la desaparecida Yadira Martínez, o de las demás familias víctimas que también exigen justicia.

Demasiadas señales, como símbolos ligados al ocultismo que aparecieron en los cuerpos de las supuestas víctimas de este individuo, alertan de que estaríamos ante un asesino serial. Con prisa e interés genuino, la Fiscalía debería poner su mirada en crímenes sin resolver en el Atlántico, a partir del año 2000.

La truculencia que envuelve a ‘el Satánico’ merece una especial atención: aún quedan muchas puertas por abrir y, sobre todo, justicia que impartir para quienes, como la familia de Brenda, han vivido un calvario por cuenta del dolor al que este hombre los sometió.