El ambicioso proyecto de construir una ciudad dentro de una ciudad en Barranquilla comenzó a gestarse desde el año 2015, cuando dos de las constructoras más grandes con presencia en la capital del Atlántico se unieron y presentaron Alameda del Río.
Se visionaba entonces como un complejo que pretendía ofrecer 19 mil soluciones de vivienda multiestrato en 183 hectáreas sobre la Circunvalar, entre las carreras 38 y 46, para lo cual también se concretó una alianza público-privada con el Distrito y el Gobierno nacional.
Tres años después, con la realización de los Juegos Centroamericanos del Caribe en Barranquilla, el sector obtuvo mayor atractivo y visibilidad por que la ciudadela deportiva para los atletas participantes posteriormente se convirtió en apartamentos para más familias que se ubicaron en la zona.
También aquí se construyó la sede deportiva de la Federación Colombiana de Fútbol donde se concentran y preparan las selecciones nacionales.
Alameda del Río ha tenido tanto éxito que hoy existen por lo menos 33 proyectos residenciales con cerca de 17 mil apartamentos vendidos. Allí residen unas 96 mil personas, una población que supera con creces a la mayoría de los municipios del Atlántico y se acerca a la de otros tan grandes como Malambo (123.000 hab.) y Sabanalarga (99.000 hab.).
Sin dudarlo, el desarrollo de esta zona residencial ha sido clave para el crecimiento de Barranquilla, como lo está siendo Caribe Verde, y como también se presupuesta que serán Ciudad Dorada y Ciudad Mallorquín. También han representado la oportunidad de tener ciudadelas multiestrato que generan empleo y desarrollo.
Pero como en todo proyecto de gran escala residencial no solo es necesario presupuestar las áreas comunes, zonas verdes y espacios públicos para la recreación y bienestar de quienes serán sus residentes, sino que es imprescindible calcular que por sus ubicaciones en zonas periféricas el componente de vías y transporte debe ser igual de prioritario y pensado.
Eso no pasó con Alameda del Río, donde entrar y salir se convirtió en un problema de marca mayor que incluso terminó derivando en complejos problemas de convivencia ciudadana por el embotellamiento generado por el alto número de vehículos que circulan, que además no tienen donde parquear, pues los primeros proyectos construidos se concibieron sin parqueaderos.
Finalmente esta última semana se concretó el anuncio que tanto esperaban los residentes de Alameda del Río: la apertura de la licitación para construir el intercambiador vial que será la solución definitiva a los problemas de movilidad y congestión en la zona.
Liderado por la Alcaldía de Barranquilla, se logró un acuerdo que involucró a las comunidades, a las empresas constructoras y al Concejo. Con el pago anticipado del impuesto de delimitación urbana de los constructores se invertirán $59 mil millones en la primera fase de esta obra que tomará 24 meses ejecutarse.
Vale la pena destacar que la concertación y el trabajo articulado hayan dado frutos para buscar el mecanismo para ofrecer una solución de obra pública con impuestos anticipados, lo cual también significa confianza del sector privado en el uso y manejo de los recursos por parte de la administración distrital.
También es importante comprender que la experiencia de Alameda del Río tiene que convertirse en el faro y los aprendizajes para mejorar a futuro la planificación de los desarrollos urbanísticos de gran escala que se adelantan en la capital del Atlántico, tanto para las constructoras privadas como para el Distrito.
Dos años para ejecutar la obra parece un tiempo largo para la urgencia con la que se demanda la solución a la congestión vial, pero habrá que tener paciencia para que al final se haga una obra de calidad y que brinde soluciones de fondo, pues las medidas provisionales y la construcción de más parqueaderos han aliviado la problemática; sin embargo, el intercambiador vial con sus dos viaductos y la rotonda es el desahogo que espera y necesita Alameda para mejorar su movilidad.