En horas de incertidumbre e incluso, desazón, como las actuales en las que arengar conflictos, rivalidades o indignación entre similares cotiza al alza, sobre todo desde los incandescentes círculos de la política nacional, valores tan sublimes como la bondad pasan desapercibidos. Otra prueba más del naufragio moral de nuestro tiempo en el que la hiperaceleración causa estragos.
Uno de los más evidentes es que depositamos nuestra confianza o esperanza en autodenominados profetas de la redención, altamente competentes para generar ruido, sembrar cizaña, actuar con ligereza o alentar resentimientos por su marcado sectarismo, pero incapaces de construir consensos, reconocer responsabilidades o admitir sus propios errores.
Nuestra inexplicable condición humana los ensalza como un modelo a seguir, sin reparar en lo que realmente son: ídolos con pies de barro con la suficiencia de embaucar al más incrédulo con su potente discurso populista.
Da lo mismo el sector que representan: política, justicia o medios de comunicación. Ninguno de estos ensoberbecidos personajes nos harán mejores personas. Si acaso, nos conducirán a un camino cada vez más estrecho e imposible de transitar en el que hasta el sentido común corre el riesgo de desaparecer contaminado por su toxicidad.
En el extraviado mapa de los afectos siempre será un elemental asunto de justicia reconocer la estoica actitud de héroes anónimos que caminan discretos a nuestro lado, pletóricos de una alegría intensa, luciendo día y noche una sonrisa contagiosa, mientras cargan el descomunal peso del universo de sus dificultades.
Imposible no reconocerlos. Su férrea voluntad de mantenerse de pie ante las adversidades hace de ellos seres excepcionales que plantan diferencia entre más de lo mismo. No son populares, ni famosos, ni concitan la atención e interés de los demás. Ni siquiera el de las redes sociales donde algunos desconocidos tienen efímeros chispazos de gloria.
Estos auténticos tesoros de la humanidad se acostumbraron a librar sus batallas con una fortaleza emocional ejemplar, sin detenerse a lamentar los reveses, tropiezos o negativas que surgen a su paso. Su virtuoso manual de vida no conoce el significado de la derrota.
Somos privilegiados en EL HERALDO por ser cronistas de sus logros. Gracias, antes que nada, por permitirnos conocer sus poderosos testimonios que son fuente imprescindible de inspiración para quienes, como nosotros, defienden la relevancia del amor, la bondad y la generosidad.
Tres inamovibles que motivaron a Sophia Ortiz, una estadounidense de raíces barranquilleras, superviviente de cáncer en la sangre cuando tenía 15 años, a cumplir el sueño de 30 adolescentes del sur de la Arenosa.
Apenas unas niñas que por falta de recursos habían resignado su ilusión de vestirse de largo, bailar el vals y ser princesas por una noche durante su quinceañero. Life is Precious, la fundación de la joven de 22 años, lo hizo posible.
Solo quien ha estado cerca de la muerte comprende que ha recibido una segunda oportunidad para dedicarse a servir a los demás. Así resume Sofi, como la llaman sus nuevas amigas, su filosofía de vida. Eso es gratitud.
Sentimiento que también comparten Álex Quintero, de 37 años, quien acaba de recuperar la visión en su ojo izquierdo tras permanecer 20 años a oscuras, y su mamá, Rose Mary, quien nunca se ha cansado de batallar para que su hijo, con discapacidad auditiva, además, pudiera volver a verla.
Cuánta fuerza guarda el corazón de una madre que se sobrepone a un cáncer de mama, para seguir siendo luz en la oscuridad de su hijo. Pese a varias operaciones sin resultados, su fe permaneció intacta. ¿Cómo entenderlo? Ahí radica su singular talante de guerreros.
La intervención definitiva, un trasplante de córnea sintética, practicada como las anteriores por el doctor Cesar Carriazo en su clínica de Barranquilla, no solo fue exitosa, ¡es un hito en la región!
En el periodismo no todas las noticias pueden ser medidas con el mismo baremo. Lo sabemos. Estas, las de los seres tocados por la bondad por regalo divino o por suerte en la repartición de dones, no tendrán el mismo impacto que la pelotera diaria en nuestro lodazal político, pero sus extraordinarias gestas son las que nos marcan un punto de inflexión para entender lo que es realmente importante. Las seguiremos visibilizando hasta que dejen de ser una rareza.