El terremoto de incertidumbre que sacude al sector bancario internacional no encuentra sosiego. Luego de la quiebra de Silicon Valley Bank (SVB) y de la intervención de Signature, ambos en Estados Unidos, turno para el gigante suizo Credit Suisse, que se hundió casi un 30 % este miércoles, arrastrando en su estrepitosa caída a mercados bursátiles de medio mundo, especialmente de Europa, donde se reportaron los desplomes más significativos. Como resultado de la tensión o efecto contagio que mantiene al sistema financiero global en condición de fragilidad, la Bolsa de Valores de Colombia tampoco escapó de los números rojos.

¿Estamos frente a una tormenta perfecta? Ciertamente. En ella es posible encontrar elementos comunes asociados al miedo como detonantes de decisiones erradas, en algunos casos. Pero, a ciencia cierta, las razones que condujeron a la quiebra de Silicon Valley Bank o a la debacle de Credit Suisse son de distinta naturaleza. Como también lo fue el origen de la crisis financiera de 2008, luego del derrumbe del imperio de Lehman Brothers, o el histórico crack de 1929. Ambos episodios, con sus causas y consecuencias, permanecen todavía presentes en la retina de gobiernos, inversionistas, entidades y clientes que reaccionan e intervienen, de acuerdo con sus propias posibilidades, para conjurar los peores impactos de una borrasca económica que sería devastadora. Cada quien hace lo que puede, pero las de ganar no siempre los acompañan.

Lo del Silicon Valley Bank es alucinante. Fundado en 1983, especializado en financiar start-ups, con presencia en 16 países, había registrado en 2022 beneficios por 1.500 millones de dólares. Su apuesta era tan sólida que en el listado de los 50 mejores bancos de Estados Unidos, publicado por la revista Forbes en febrero, apareció en el puesto 20, entre 4.213.

Menos de un mes después se declaró en bancarrota, fue intervenido para garantizar liquidez de los depósitos de sus clientes, castigar a sus temerarios inversionistas y evitar que los contribuyentes, como en el pasado, terminaran pagando por su rescate. ¿Por qué se quebró si era tan próspero? Mala gestión de sus riesgos que, además, eran excesivos. El resto corrió por cuenta de la inflación que disparó los tipos de interés y endureció la política monetaria por decisión de la Reserva Federal, criticada ahora por no actuar a tiempo. ¿Error de supervisión o no aprendió nada de las crisis anteriores?

La más fuerte réplica tras la rápida y repentina quiebra de Silicon Valley Bank se produjo tres días después, cuando el Signature anunció su bancarrota. Resultado también de malas praxis en los riesgos de tipos de interés y de liquidez que desencadenó el retiro masivo de los depósitos o fondos de sus clientes. Cuando apenas los mercados respiraban, el derrumbe de la cotización bursátil del Credit Suisse desató la nueva tempestad.

Lastrado por la negativa de su principal accionista de inyectarle más dinero, la entidad que soporta desde hace años problemas internos, entre ellos una fortísima crisis reputacional por sucesivos escándalos, le lanza un SOS al banco central. Su última esperanza para intentar reencauzar la deriva por sus “debilidades materiales”.

Es evidente que, pese a los motivos puntuales que dieron origen a cada una de estas crisis, en el fondo de todas subyace la desconfianza de los clientes hacia el sistema bancario, lo que produce su fuga. Algunos por pánico a perder su dinero, otros porque no quieren ser parte de una entidad cuestionada por falta de transparencia o dificultades de gobernanza.

Quienes en un primer momento señalaron que la caída de Silicon Valley Bank sería anecdótica, quizás hablaron con premura o no dimensionaron todos sus posibles impactos. En medio de la convulsión, se acumulan voces que reclaman de los bancos centrales prudencia en sus decisiones contra la inflación, mientras otras no descartan una crisis de liquidez que erosione aún más la estabilidad del sistema.

Conviene que las autoridades regulatorias, también las colombianas, monitoreen cuidadosamente un escenario tan volátil en el que ninguna señal se tendría que pasar por alto.