Lo del peaje Papiros es una mamadera de gallo de antología. No faltan los que dicen y, con razón, que les metieron los dedos a la boca a quienes acudieron a Bogotá hace unos días, entre ellos el alcalde de Puerto Colombia, Wilman Vargas, a buscar de buena fe un acuerdo con el Ministerio de Transporte y la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI) para minimizar las afectaciones en el bolsillo de los ciudadanos que debido a la dureza del invierno se quedaron sin otra opción que transitar sí o sí por la Vía al Mar. Hacerlo, como por todos es sabido, obliga el inmancable pago del peaje. Pues bien, la salida salomónica consensuada por las partes indicaba que su valor no se cobraría cuando se presentaba, como suele suceder con frecuencia, un represamiento de 20 vehículos en la fila. De modo que la talanquera se levantaría, habilitando el paso libre y todos contentos. Pero ni lo uno ni lo otro. Como tanta veces ocurre en nuestra región Caribe, el realismo mágico, al final, se ha vuelto a imponer.
Llueva, truene o relampaguee, como si no se hubiera alcanzado un acuerdo en beneficio de los ciudadanos, el peaje Papiros se cobra. Al unísono, usuarios de la vía, de todas las condiciones socioeconómicas: desde transportadores hasta padres de estudiantes y docentes de los colegios de la zona, estiman que han sido burlados. El respiro que se les ofrecería, mientras se definía una solución de fondo a los daños que el invierno provocó en la carrera 30 o antigua vía de Puerto, que conecta con la 51B, no se materializó como ellos esperaban. ¿Por qué? Ni corta ni perezosa, la concesión Ruta Costera, como pudo comprobar EL HERALDO, dispuso más cobradores externos o ‘cangureros’ que en cumplimiento de su trabajo agilizan el paso de los automotores. Sin represamientos en la fila, la talanquera solo se levanta cuando el pago se produce, tal cual. ¿Incumple?, no necesariamente, pero al final el beneficio prometido no aparece por ningún lado.
En el corto plazo las noticias son inciertas. Respecto al puente que pasa por encima de uno de los brazos del arroyo León, cerca de la entrada de Caujaral, donde las fuertes lluvias originaron unas impresionantes inundaciones a finales de octubre, la secretaría de Infraestructura del Atlántico, su doliente, evalúa aún si debe reforzarlo o reemplazarlo totalmente, tras comprobar una deformación en la estructura. No es el único tramo afectado. En los alrededores del parque del Lago del Cisne, donde las obras de remodelación, por cierto, llevan semanas paralizadas, el deterioro también es evidente. Como alternativa, la Alcaldía de Puerto sugiere tránsito por el sector Condado, vía de Sabanilla, que conecta con La Playa, que por sus comprensibles limitaciones se congestiona con facilidad, aumenta el tiempo de viaje y el gasto de combustible.
.Queda claro que las actuales circunstancias por su complejidad serán difíciles de superar. Sin embargo, no por ello se debe renunciar a persistir en la búsqueda de salidas concertadas que den respuesta al creciente malestar social de una comunidad que se quedó sin opciones para sus desplazamientos diarios entre Barranquilla y Puerto Colombia. Esta es una cuestión crucial que, en medio de la insufrible carestía de vida y la inminente temporada turística de fin de año, no puede estancarse sin más. Es menester de nuestros gobernantes, en los distintos niveles, hacer todo lo que esté en sus manos para ofrecer soluciones, para eso fueron elegidos. En este contexto, la Gobernación tiene que acelerar los estudios técnicos que definan la suerte del puente, porque cualquier intervención requerirá tiempo, en especial si es de fondo. De ahí que es indispensable mantener el diálogo directo con el Ministerio de Transporte, la ANI y la concesión. Si bien la ley no permite abolir el cobro del peaje, urge conciliar una alternativa justa para las partes. Hasta ahora, y es evidente por la desconfianza y el disgusto de los porteños, que esto no ha sido posible.