La escalada en el valor de las tarifas de energía, la incontenible inflación, la volatilidad del dólar, la subida en las tasas y el duro invierno han provocado un retroceso en las expectativas de los comerciantes de Barranquilla.
A pesar de la llegada de la temporada decembrina, una de las de mayor dinamismo del año, el futuro inmediato de los negocios no luce claro. Muchos de ellos han acudido a ingeniosos programas de mercadeo, promociones físicas o mediante plataformas digitales y otras iniciativas para atraer compradores y repuntar ventas. Pero es indudable la desaceleración en los consumos previstos para la época, en las ventas en general y en los pedidos a los proveedores. Lo que se vive hoy y, sobre todo, lo que se viene está signado por sentimientos de suma cautela en un tiempo de ‘vacas flacas’ e incertidumbre por el eventual impacto de la recién aprobada reforma tributaria en el costo de vida.
Si septiembre fue un mes difícil para los comerciantes, de acuerdo con las consultas internas de Fenalco, el desempeño de octubre ratificó el preocupante panorama extendido en el sector. El hecho es que el desgaste de una serie de elementos, tanto internos como externos: en este caso derivados de la crisis de las materias primas, el encarecimiento del petróleo y el gas por la invasión de Rusia a Ucrania, los problemas de financiación y liquidez de China y la desaceleración económica global, induce a pensar que la situación no mejorará en el corto plazo. Se equivocan quienes estiman que el ‘general invierno’, que amenaza con sumergir a Europa en uno de sus periodos más sombríos, no nos alcanzará. Conviene que nos demos por notificados.
Mucho más cerca, a la vuelta de la esquina, encontramos señales manifiestas que corroboran el tremendo escenario que enfrentan comerciantes locales debido al descenso de sus ventas, de entre un 30 % y 50 %, dependiendo de la actividad. Claro que en todos los casos se asoma un mismo factor que castiga de forma implacable su estabilidad: ¡el exorbitante incremento en las tarifas de energía! Algunos comercios, según indicó Dina Luz Pardo, directora de Asocentro, pasaron de pagar 20 millones de pesos a 37 millones al mes.
Resulta insostenible mantener el optimismo con ese varapalo que también soportan familias, cada día más oprimidas por la estrechez económica, al punto de tener que elegir entre comer, pagar el recibo de la luz o comprar lo mínimo para satisfacer sus necesidades básicas. Es igualmente impensable que estos comercios, obligados a reducir gastos, contraten el mismo número de trabajadores temporales que en años anteriores, con lo cual el empleo también se podría ver afectado.
Lo que no se reduce ni a tiros son los costos de la mercancía adquirida, las dificultades en el abastecimiento o los precios de los alimentos, entre otras razones por los efectos de la ola invernal. Esta también ha golpeado con dureza a comerciantes, en particular a los del Centro y del Mercado de Barranquillita, donde vendedores de frutas y verduras han lanzado insistentes llamados de auxilio por su situación de recurrentes pérdidas. Si no venden, no comen, así de sencillo.
Seguramente para cubrirse las espaldas, muchos compradores tras el ajuste en las tasas de interés evitarán el uso del plástico. Esa es una estrategia, habrá otras.
Viendo los centros comerciales, parece que no existiera el menor asomo de crisis, pero los altos precios sí que causan espanto. Sería un gran logro que los políticos, siempre inmersos en sus propias batallitas personales, se ocuparan más de estos temas que apalean a la gente del común, de la economía popular, a los pequeños negocios y al resto del comercio. Algo serio pasa y parece que el Gobierno del cambio ni otros sectores, hoy en el poder, se enteran. No deberíamos esperar a que el barrigazo que podría darse la economía los despierte de su letargo. Ojalá no sea demasiado tarde si esto llegara a suceder.