La palabra tolerancia tiene al menos seis significados en su definición en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española en los que se leen las palabras respeto, reconocimiento, diferencia consentida y derecho.
Como segunda acepción aparece “respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”.
Parece sencillo definir la tolerancia, pero cuán complicado es ponerla en práctica, sobre todo en tiempos de polarización, de extremismos y en los que los seres humanos hemos dado prelación a volvernos reactivos y no proactivos, y cuando el valor de la vida se ha depreciado sin freno.
La dictadura de las redes sociales también ha hecho lo propio y nos ha convertido en reaccionarios que no soportamos la crítica y devolvemos con insultos, ataques y ‘trapitos al sol’ las opiniones de quienes piensan diferente a nosotros. Es tal el activismo que o eres de uno o de otro, pero es prácticamente un pecado no tomar partido.
Esa violencia digital que agobia en redes sociales es igual o peor que la que se vive en las calles, espacios públicos y sistemas de transporte colombianos, y que lastimosamente deja permanentemente personas heridas o víctimas fatales.
El caso más reciente y fehaciente de la intolerancia desmedida fue el del menor de 15 años asesinado en Bogotá en un bus de Transmilenio en medio de una riña que se generó cuando el articulado frenó de imprevisto y sin quererlo el joven pisó a uno de los pasajeros. En la discusión, otro de los que viajaban en el bus se sumó a la pelea y le propinó una puñalada.
En otro de estos automotores dos mujeres protagonizaron un bochornoso espectáculo al agredirse con golpes por un puesto en el vehículo.
También fue noticia esta semana la mujer que arrojó excremento de su perro a la venta de arepas de otras dos mujeres en una calle del barrio donde reside la agresora en Villavicencio, reclamándoles por su presencia en la zona.
Estos son solo algunos ejemplos de lo que se registra diariamente en las ciudades colombianas, verdaderas junglas en las que poco o nada se respetan los derechos de los demás y se producen episodios que terminan, en una buena parte de ellos, con víctimas fatales.
Al verificar las cifras de la Policía Nacional, en lo que va corrido de 2022 –hasta el 30 de septiembre– se han reportado 82.769 lesiones personales. En todo 2021 se reportaron 105.593 casos.
De acuerdo con un análisis de la Fundación Pares, basado en las estadísticas del Siedco, el sistema de información de la Policía, al comparar el primer semestre de 2021 con 2022 las lesiones personales se incrementaron 14,75 %, al pasar de 48.610 a 55.778.
En relación con la variedad de armas usadas, el 52,21% fue con arma contundente; 29,91% sin uso de armas; el 11,35 % con arma blanca-cortopunzante y el 4,35 % con arma de fuego, lo cual les permite pensar que este delito se interpreta en el marco de un problema de convivencia ciudadana, entendido como diferencias entre pares.
¿Qué nos pasa a los colombianos? ¿Es que acaso no somos capaces de resolver nuestras diferencias o conflictos con diálogo o por las vías legales? Es necesario recordar en todos los campos sociales el valor trascendental de la tolerancia para desarrollarnos como sociedad.