Aunque en el contexto estrictamente técnico un estado de recesión económica podría no ser una gran fatalidad para la población de un territorio, la sola idea de que Colombia pueda caer en ella en un corto tiempo genera incertidumbres normales entre inversionistas y un mercado cada vez más inestable por situaciones globales, pero también por decisiones que se toman desde las esferas del Gobierno nacional, inclusive por simples intenciones expresadas públicamente por funcionarios del más alto rango.
Para que una economía técnicamente sea considerada en un proceso de recesión se hace necesario que durante dos trimestres consecutivos el Producto Interno Bruto se desacelere o crezca por debajo de sus niveles históricos, pero no necesariamente implica que baje la producción.
En el caso actual de Colombia los analistas creen que se puede entrar en un proceso de recesión, que sería normal tomando en cuenta los crecimientos tan altos que se experimentaron en los años 2021 y principios de 2022, después de la pandemia del coronavirus.
El crecimiento económico medido por el PIB tiene la tendencia a estabilizarse, lo cual implica que sea mucho más lento, pero en ningún caso una caída en la producción o situaciones desestabilizantes como escasez, pérdidas de empleo, hiperinflaciones o fenómenos que realmente asustan al ciudadano de a pie.
De hecho, en la historia reciente de la economía colombiana solo en dos oportunidades se han vivido crisis de caída en la producción, que fueron en el año 1999 y en el 2020, esta última por la obvia razón de los confinamientos y efectos adversos que trajo la pandemia, algo que los expertos no creen que se vuelva a presentar.
Por el momento Colombia está experimentando situaciones como una alta inflación jalonada por factores internos y externos, la consecuente subida en las tasas de interés por parte del Banco de la República para tratar de frenar este fenómeno y la escalada del dólar que se ha convertido en el principal activo en el que se han refugiado los inversionistas.
Analistas consideran que frenar esa tendencia no es sencillo porque se tendrían que dar unas condiciones que incentiven el gasto y bajar los impuestos, pero las decisiones tomadas por el actual Gobierno no apuntan en esa dirección.
El llamado es a la calma, porque no se está avecinando una gran tormenta económica como algunos quieren mostrar, pero tampoco la situación está como para lanzar campanas al aire, de modo que la prudencia es la mejor consejera en la actual coyuntura.
Hay que seguir muy pendiente de lo que pase en las próximas semanas, de las reformas que están en curso en el Congreso, de manera particular la tributaria que toca los bolsillos de todos los colombianos, y los empresarios no son la excepción, pero hay que ser prudentes y no entrar en un pánico injustificado.