Tras el fracaso en la adjudicación de la APP del río Magdalena, todos los indicios se acumulan para señalar que al término del Gobierno de Iván Duque —al que le solo le faltan 22 días— Barranquilla se quedará otra vez viendo un chispero en su anhelo de solucionar de fondo la recurrente crisis de navegabilidad de su canal de acceso, que de paso mejoraría su competitividad portuaria. Transcurrido exactamente un mes después de la presentación del plan B, en el que se contemplaron distintas opciones para compensar el impacto de la fallida licitación, revelado además por el presidente Iván Duque en la Casa de Nariño, el mutis por el foro o salida de escena de los altos funcionarios del Ministerio de Transporte, la Agencia Nacional de Infraestructura (ANI) y Cormagdalena sobre los términos de este proceso es desconcertante.
Las alternativas en la cuenta regresiva del calendario son cada vez más escasas por las dilaciones, falta de avances o suspicaces silencios de los directamente responsables. Todo queda amarrado, por tanto, a la voluntad política del Gobierno saliente. Sin embargo, luego de las consultas realizadas por EL HERALDO a distintas fuentes, entre ellas entidades del orden nacional, gremios portuarios, congresistas de la bancada del Atlántico y autoridades locales, no parece que la hoja de ruta trazada en ese primer momento poscrisis pueda llegar a materializarse antes del próximo 7 de agosto, fecha de expiración del actual Ejecutivo.
Existen determinantes pasos que deberían darse antes, para que el camino quede razonablemente despejado, como la aprobación de un documento Conpes que asegure los recursos, el cual aún no estaría concluido, según ha trascendido. Sin él, difícilmente se podrían reestructurar las vigencias futuras para destinarlas, por ejemplo, a la fase inicial del puerto de aguas profundas, en el que ha venido trabajando la administración distrital. Tampoco hay certezas sobre la ejecución de otras acciones cruciales, además de urgentes, porque de ellas depende la estabilidad, y por supuesto, la navegabilidad de la zona portuaria. En el listado de pendientes aparecen la compra de una draga propia o la contratación de obras prioritarias en el canal de acceso, medidas anticipadas por el jefe de Estado que hoy estarían a punto de hacer agua por el anémico compromiso demostrado, hasta ahora.
No parece compresible que, tras haber consensuado una estrategia para encarar el resultado adverso de la licitación de la APP del Río, que además estaba cantado luego de semanas de sucesivos cambios y aplazamientos, Barranquilla tenga ahora que lidiar con esta incertidumbre agónica. Para más inri, calcada como ocurrió hace cuatro años. Puede que los políticos no tengan memoria, pero el periodismo sí la tiene. Eso nos hace incómodos, pero es nuestra labor. En los meses previos al cierre del mandato de Juan Manuel Santos, los titulares de EL HERALDO daban cuenta del ‘baile del indio’ en el que se tuvo a la ciudad con la aprobación por parte del Confis de los recursos para abrir la licitación. Pasó lo que se temía. Finalmente, Santos dejó en manos del nuevo gobierno, el de Iván Duque, el proyecto de la App del río Magdalena.
Duque está a punto de marcharse y reina el escepticismo. Otra vez, se teme que los anuncios, para mantener una zona portuaria estable, formulados por el propio presidente, su ministra de transporte —barranquillera, por demás— u otros funcionarios, se queden únicamente en promesas vacías. Si no es así, convendría conocer cuáles son las razones para retrasar decisiones acordadas. Son demasiados los vaivenes, sobresaltos y contrariedades que enfrenta, desde siempre, la actividad portuaria de Barranquilla, a pesar de ser un sector clave de nuestra economía del que dependen 20 mil puestos de trabajo. Mejorable, sin duda, pero lo mínimo es que se le ofrezcan garantías de viabilidad para ser competitivo. Distrito, Gobernación, gremios y congresistas deben moverse rápido, cerrando filas en torno a esta causa común para hacerse sentir: ¡Este el momento! De lo contrario, lo que se avecina, sin caer en el fatalismo, podría ser realmente calamitoso.