En momentos en que la propuesta del candidato Gustavo Petro de construir un tren eléctrico elevado para conectar a Buenaventura con Barranquilla desata polémica por la descomunal inversión que demandaría; la presidenta de Findeter, Sandra Gómez, pone sobre la mesa el costo de otro determinante proyecto de integración regional. Se trata del esperado Tren Regional del Caribe, que resultaría más viable en el corto plazo, pero que, en todo caso, requeriría concretarse antes del final del actual Gobierno de Iván Duque. No vaya a ser que, independientemente de quien gane las elecciones, lo hasta ahora avanzado termine engavetado o perdido en los anaqueles de la entidad.

A primera vista, la cifra sería asumible. 6,6 billones de pesos, equivalente a la tercera parte de lo que vale la primera línea del Metro de Bogotá, costarían los 230 kilómetros de tránsito de este tren, a nivel. Su punto de partida sería el Magdalena, saliendo desde Santa Marta, atravesando la Zona Bananera, Fundación, Pivijay y Salamina, para luego continuar en el Atlántico, puntualmente en Sabanalarga, hasta llegar a Cartagena, capital de Bolívar.

El recorrido propuesto, revelado por EL HERALDO y considerado como “idóneo” por Findeter, es resultado de un análisis preliminar realizado por la consultoría contratada, en el que se tuvieron en cuenta elementos centrales como la viabilidad del trazado, el uso del suelo y el actual componente férreo, entre otros, para asegurar el transporte de pasajeros, además de la movilización de carga. En últimas, el propósito de la iniciativa, respaldada por los gobernadores de los departamentos a conectar, se orienta hacia el mismo lado: dinamizar sus economías, integrándose regionalmente para ser más competitivos.

Una apuesta sensata que debe dejar de ser un sueño inalcanzable para convertirse en un proyecto de impacto positivo para el Caribe colombiano, con importantes repercusiones económicas y sociales en el desarrollo de este territorio que necesita intervenciones de tal magnitud. Sobre todo ahora, cuando La Guajira, a través de sus autoridades, también quiere ser parte de la iniciativa que ya avanza en un 90 % en su etapa de pre-factibilidad. Si no existen contratiempos y una vez concluida esa fase, en abril podría darse el siguiente paso para empezar a materializar la obra, buscando los recursos para arrancar.

Ese trance se anticipa complejo en vista de que como se dice coloquialmente, plata no hay. Pero sin duda, se deben tocar todas las puertas para conseguirla. No puede ser que llegados a ese punto, vaya a torcer la puerca el rabo y el Caribe colombiano, como otras veces ha sucedido, se quede con las manos vacías. Conviene considerar con visión realista cuál es la mejor opción de financiación. Findeter considera la figura de la concesión, que abre la puerta a los privados para que aporten recursos, pero también Gobierno nacional y los departamentos tendrían que meterse la mano al dril para sumar esfuerzos. De ello dependerá que se concrete la licitación, ojalá en un plazo prudente, y no se tenga que esperar quién sabe cuánto tiempo para ver rodar los vagones del tren regional.

Desde su amplia capacidad para mover pasajeros y mercancías hasta los reducidos costos de su operación, el sistema férreo ofrece importantes ventajas que ayudarían a resolver las crecientes necesidades de desplazamiento de los habitantes de los departamentos del Caribe, en especial entre los grandes núcleos urbanos y las poblaciones de la periferia. Es un hecho irrebatible que la región no cuenta con un modo de transporte terrestre para pasajeros y carga que garantice equilibrio territorial y condiciones de movilidad segura para los usuarios, priorizando su bienestar. Si no se logra compensar esta histórica desigualdad, el anhelo de progreso de los lugares más distantes de las grandes ciudades seguirá siendo una quimera. El Tren Regional del Caribe puede reescribir nuestra historia. Pero toca volverlo realidad.