El regreso a los salones de clase de miles de estudiantes de colegios privados y oficiales de Barranquilla y municipios del Atlántico coincide con la expansión de ómicron. Hasta ahora, las autoridades mantienen su decisión de volver en las fechas previstas. Hacen bien. El aumento de casos no es razón para retrasarla ni retomar la formación a distancia. En los últimos dos años, debido a la impredecible pandemia, la ausencia de la presencialidad escolar ha pasado una impagable factura en términos de costos emocionales a niños, niñas y adolescentes, y de equidad en su calidad educativa, en especial entre quienes no tuvieron acceso a conectividad ni a recursos tecnológicos adecuados.

Detener la pérdida de aprendizajes y el aumento de las desigualdades por el desempeño diferencial que durante la pandemia han tenido las instituciones públicas y privadas no da más espera. Evitando caer en la defensa de intereses particulares o en choques ideológicos, la comunidad educativa, rectores, docentes, padres y alumnos –como un todo– deben asumir con espíritu colaborativo la vuelta a la presencialidad. Se lo debemos a los niños que merecen retornar al lugar al que pertenecen, ¡sus escuelas!

Claramente, la transmisible ómicron despierta dudas y temores. Disiparlos es fundamental para asegurar el necesario regreso a las aulas de los estudiantes de la totalidad de las 364 instituciones oficiales del departamento. Conviene tener en cuenta todos los elementos de los que hoy disponemos para resolver una ecuación extremadamente compleja en la que está en juego el futuro de varias generaciones.

Por un lado, la evidencia científica vuelve a ser clave para reestablecer la confianza de las familias en los colegios, uno de los lugares más seguros para los niños, en todo sentido. Los epidemiólogos coinciden en que la nueva variante, pese a su elevada capacidad de infección, con una positividad que en la ciudad supera el 37 %, no es más letal, como lo confirman las reducidas cifras de hospitalizaciones e ingresos a ucis de pacientes covid en Atlántico, del 4 % y 10 %, respectivamente.

Otro elemento esencial que les permite a los padres tomar una decisión sustentada en la ciencia es la inmunización. El 31,3 % de los niños de 3 a 11 años de Barranquilla ya completó su esquema, lo que convierte a la ciudad en la entidad territorial con mejor rendimiento a nivel nacional. En los municipios, el porcentaje alcanza el 25,7 %. Esfuerzos importantes que deben acelerarse en los próximos días de cara al regreso a las aulas. En el caso de los rectores, maestros y el resto del personal escolar, los puntos de vacunación cuentan con biológicos suficientes para aplicación de segundas dosis o refuerzos. Cada acción cuenta porque, aunque sean determinaciones individuales, su impacto colectivo afianza el retorno seguro.

En este contexto, el cumplimiento de los protocolos sanitarios también se convierte en un elemento central para mitigar riesgos de contagio que, pese a todo, existirán en los colegios porque seguimos inmersos en una pandemia. Los directivos docentes, los primeros en reconocer las falencias de la virtualidad tras cerca de dos años de un esfuerzo descomunal por enseñar bajo circunstancias realmente difíciles, serán los encargados de hacer cumplir los parámetros establecidos. Pero además tendrán la responsabilidad de poner en marcha las estrategias para superar los déficits de aprendizaje.

Ómicron preocupa, sería insensato no inquietarse con su avance récord. Pero estamos lejos de los escenarios más catastróficos del inicio de la pandemia, cuando apenas sabíamos cómo gestionar el virus. Hoy contamos con herramientas, en particular vacunas eficaces que facilitan retomar la asistencia escolar en condiciones de bioseguridad, quizás no en todos los casos, pero sí en la gran mayoría, lo cual no justifica mantener las escuelas cerradas ni a los niños aislados en casa. La educación de calidad demanda presencialidad. Es hora de que ambas se retomen.