El camino a la transición energética no tiene retorno. La hoja de ruta del hidrógeno, diseñada para su desarrollo, generación y uso durante los próximos 30 años en Colombia, es una apuesta ineludible, además de retadora en el proceso de diversificar la matriz energética, de cara a implementar un modelo de crecimiento económico más sostenible. Su presentación en Barranquilla constituye un espaldarazo del Gobierno nacional al enorme potencial de la región Caribe, llamada a ser epicentro del salto sin precedentes que el Ministerio de Minas y Energía ha venido dando con la incorporación de nuevos proyectos de energías renovables de fuentes no convencionales, en La Guajira o el Atlántico.
Los efectos de la emergencia climática, cada vez más catastróficos, exigen determinaciones rápidas, además de ajustadas a los estándares internacionales. Se debe poner en marcha una reducción contundente de las emisiones contaminantes para asegurar la carbononeutralidad en el horizonte de 2050, como aspira Colombia. En otras palabras, las actuales circunstancias requieren más hechos concretos y menos carreta. El impulso al desarrollo del hidrógeno, en especial del verde, considerado el combustible del futuro, no solo insertaría al país en una dinámica global en la que Estados Unidos y naciones de Europa y Asia invierten miles de millones de dólares para priorizar su uso, sino que nos posicionaría como un referente mundial en las nuevas tecnologías de energías renovables.
Las cifras alrededor del hidrógeno resultan estimulantes, en particular las que calculan disminuciones de entre 2,5 y 3 millones de toneladas de CO2, durante la próxima década, en las emisiones del sector minero energético. Las previsiones indican que la generación de hidrógeno aportará significativamente a la descarbonización de sectores como el industrial en sus procesos intensivos de energía, el del transporte o los fertilizantes. En un primer momento, el hidrógeno de bajas emisiones se consumiría en refinación, en las plantas de Ecopetrol, en Barrancabermeja y Cartagena, para luego ser utilizado en transporte terrestre pesado, en los sistemas de transporte masivo y, más adelante, en vehículos ligeros y transporte marítimo y aéreo. Clave también su viabilidad en el transporte de gas natural, lo que permitiría reducir su consumo efectivo, logrando extender el periodo de su vida útil tasado en 7,7 años.
Las estimaciones más optimistas en inversión y empleo comportan un indudable beneficio para el país. Hasta 2030, las cadenas de valor del hidrógeno movilizarán entre 2.500 y 5.000 millones de dólares, permitiendo crear de 7 mil a 15 mil puestos de trabajo. Si este desarrollo se alcanza en una fase rápida, Colombia podría consolidarse, en el corto plazo, como una economía de exportación en un mercado con expectativas de crecimiento acelerado por la demanda internacional. Nuestra privilegiada posición geográfica, con acceso a rutas de comercio marítimo en los océanos Atlántico y Pacífico y la cercanía al Canal de Panamá, abre un sinnúmero de oportunidades que el actual Gobierno, pese a que va de salida, debe aprovechar al máximo para cerrar alianzas estratégicas. En este sentido, es imperativo que la transición energética sea asumida como una política de Estado. Claramente, este es un escenario en el que intervienen distintos actores, no todos con la misma visión sobre el modelo a seguir, pero en el que hay coincidencias frente a que Colombia no puede quedarse atrás en el uso de energías limpias. Fundamental, contar con un marco regulatorio sólido que subsane los vacíos aún existentes.
El potencial de la Costa, en materia de energía eólica y solar, además de sus reservas de carbón, la sitúa como un actor de primer nivel en la hoja de ruta del hidrógeno. La visión de oportunidades de negocio a su alrededor demanda la participación activa de los gobiernos regionales para que estimulen la llegada de inversión con incentivos tributarios adicionales a los fijados por la Nación, al tiempo que promuevan la sostenibilidad ambiental como un asunto prioritario. Si existe un apoyo decidido de los mandatarios locales, el camino de la transición energética se acelerará y las energías limpias impulsarán el desarrollo socioeconómico de sus territorios y habitantes.