La variante delta se expande en Colombia. Secuenciaciones genómicas confirmaron cuatro nuevos casos, esta vez en Bogotá en personas entre los 34 y 41 años que afortunadamente se recuperaron. Preocupa que una de ellas no había viajado al exterior, por lo que se da como un hecho que la variante ya circula en la capital del país, y se presume que también lo hace en el resto del territorio nacional. Es prioritario conocer dónde. Con celeridad las autoridades de salud deben redoblar esfuerzos para anticiparse a eventuales cambios en el comportamiento epidemiológico del virus. Toda acción preventiva cuenta si se quiere evitar que la pandemia vuelva a desbordarse.

Cuanto antes habría que ampliar la estrategia de rastreo con la realización de más pruebas PCR para identificar y aislar casos sospechosos de la variante que podrían aumentar los contagios acercándonos a un nuevo brote, justo ahora que el país empezó a superar la catastrófica tercera ola. Pese a los altos costos asociados a estos análisis, también tendría que considerarse la extensión de la vigilancia genómica a muchos más casos. En la respuesta de la sanidad pública está la clave para enfrentar a la peligrosa delta que dispara infecciones y hospitalizaciones por los graves y acelerados síntomas de los pacientes, incluso los reinfectados, aunque no sea la más letal.

Alarma, sin duda, pero era lo que se esperaba debido a la predominancia global que delta ha adquirido en los últimos meses, por su elevada transmisibilidad –60 veces superior a la del virus original–. Este camino de potenciales amenazas recorrido hoy por Estados Unidos, países de Europa o del Sudeste asiático, donde se vuelven a decretar cierres y restricciones por la rápida propagación de la variante, obliga a reforzar las medidas de autocuidado, como el uso de tapaboca, el distanciamiento social y el lavado constante de manos. Pero, en particular esta veloz expansión, que sigue asombrando aún a los epidemiólogos más experimentados, exige acelerar la vacunación, la herramienta más eficaz para hacerle frente a este y a cualquier otro linaje o mutación del virus. La fórmula está inventada, aunque muchos insistan en lo contrario.

Todas las vacunas protegen contra delta y sus gravosos efectos. Lo revelan estudios preliminares sobre la eficacia de los biológicos respaldados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que, sin embargo, pide completar el esquema de inmunización para asegurar su mayor efectividad. La evidencia científica prevalece, una vez más, frente a los irresponsables mensajes de los profetas del catastrofismo que con sus tergiversaciones dinamitan la confianza de la ciudadanía en la vacunación. Seamos conscientes de que delta es hoy por hoy la variante más peligrosa, pero no será la última si no se controla la pandemia asegurando inmunidad colectiva. Mientras más variantes circulen, más fuertes se harán, mutando e incrementando su capacidad de replicarse. Está en manos de todos, en especial de quienes no se han inmunizado aún frenar la evolución del virus.

El impulso que le están dando los jóvenes a la vacunación es encomiable. En solo tres días, más de medio millón de ellos, con edades entre 25 y 29 años, acudieron a los puntos de inmunización del país a recibir sus primeras dosis, dando ejemplo de compromiso a otros grupos etarios, en particular a los de mayor riesgo que se están quedando rezagados en su protección, cuando más lo requieren. Pese a que más del 35 % de la población priorizada ya cuenta con su esquema completo, aún no estamos fuera de peligro. Ningún país lo está. Ponerle fin a la pandemia accediendo a la vacunación es una responsabilidad personal que nadie debería eludir, so pena de caer en dolorosos retrocesos en los que demasiadas vidas podrían volver a estar en riesgo.