Colombia, a punto de superar los 100 mil fallecidos y 4 millones de casos por covid-19, vive su peor momento de la pandemia. Era de esperarse. Si algo nos ha enseñado el impredecible virus a lo largo de los últimos 15 meses es que luego del incremento constante de casos, se produce una inevitable escalada de muertes. Casi tres meses después del inicio del tercer brote en el país, originado en la Costa Caribe, la altísima tasa de transmisión sigue sin dar tregua en Bogotá, Antioquia, Valle del Cauca, Santander y Cundinamarca, regiones que hoy concentran el mayor número de casos activos y decesos diarios. Muchos de esos pacientes que no encuentran una uci disponible en sus lugares de origen –otro de los grandes dramas que reflejan la gravedad de la actual crisis sanitaria- son trasladados a Barranquilla donde no siempre logran salir victoriosos de su duro trance.
Las reaperturas económicas, las movilizaciones ciudadanas en medio del paro nacional y sobre todo, la elevada interacción social han contribuido al aumento sostenido de las infecciones por covid-19 en el centro, occidente y oriente del país. También están las nuevas variantes de interés o de preocupación que circulan en distintas regiones, mucho más transmisibles y con capacidad de generar una afectación más grave en los pacientes. El panorama merece extrema prudencia. Por sentido común, ningún territorio –ni siquiera los que muestran un comportamiento epidemiológico estable, como el nuestro– debería darse el lujo de relajar sus medidas de contención frente al virus porque no están exentos de un rebrote.
Esta es una lección crucial que no terminamos de aprender, y vale la pena tenerla en cuenta ahora que en Barranquilla la positividad vuelve a subir ligeramente tras semanas de reactivación plena, incluidos dos puentes festivos de intensa actividad social. No se trata de generar alarma, pero sí de reconocer que nadie debería subestimar el alcance que podría tener un repunte del virus ni mucho menos declararse a salvo, mientras no se alcance la inmunidad colectiva.
El Plan Nacional de Vacunación avanza demostrando fortaleza y capacidad del sistema de salud para adaptarse y aumentar el ritmo de aplicación diaria. 14 millones 727 mil personas han recibido al menos una dosis, y de ellas 4 millones 656 mil cuentan ya con su esquema completo. La inmunización masiva de los fines de semana, o la Baqunatón, como se le conoce en Barranquilla, ha sido una buena estrategia para mantener la regularidad del proceso, e incluso acelerarlo de cara a las nuevas etapas para los menores de 45 años que piden a gritos ser vacunados. Es importante escucharlos. En Barranquilla con cerca de 500 mil dosis administradas, de las que 150 mil son esquemas completos; y en Atlántico, con 285 mil dosis aplicadas, y 90 mil personas totalmente inmunizadas, la vacunación se sigue descentralizando con nuevos puntos masivos como el recién abierto estadio Metropolitano, habilitado –en esencia– para los habitantes del suroccidente, suroriente y de Soledad.
Aunque existen aspectos mejorables, la vacunación funciona como uno de los pilares para afrontar este momento crítico de la pandemia en Colombia. Potenciar el acceso de las vacunas a todos los ciudadanos será crucial para hacerle frente a los sucesivos brotes, pero es clave que los gobiernos, en todos los niveles, apelando a un liderazgo eficaz, insistan en el mensaje del autocuidado con la permanencia de medidas sanitarias o de salud pública, como el uso del tapaboca que continúa siendo un elemento indispensable en los espacios cerrados o sin ventilación. Actuar de manera responsable, velando por el cuidado propio y el de los demás, sigue marcando el rumbo para detener el virus que no ha dejado de circular entre nosotros, aunque muchos estimen lo contrario. La vacunación no impide la infección ni transmitir el virus. Que no se olvide para que la covid no cobre una sola vida más, algo que depende de todos y cada uno.