A mediados de diciembre de 2020, el Ministerio de Cultura recibió los estudios iniciales de análisis y diagnóstico del Plan Especial de Manejo y Protección (PEMP) del Teatro Amira de la Rosa formulados por la firma NVP contratada por el Banco de la República, administrador de este espacio cerrado de forma preventiva desde 2016 por su avanzado deterioro, lo que ha causado un enorme impacto en la vida cultural de la ciudad y de toda la región Caribe.
Dos meses después, el consultor sigue esperando los comentarios del ministerio acerca de esta fase en la que se recopilaron elementos clave sobre el estado del teatro en sus dimensiones urbanísticas, técnicas y sociales gracias a los aportes de representantes de distintos sectores y grupos de interés locales. Si el ministerio dilata su respuesta por más tiempo no será posible avanzar en la definición del PEMP, instrumento que esta entidad también deberá avalar de manera definitiva, y que constituye la etapa previa al desarrollo de los diseños en este 2021 y a la ejecución de las obras previstas para 2022, en las que se invertirán $60 mil millones.
Lo que queda por delante es mucho trabajo y así debe entenderlo el Ministerio de Cultura para no seguir demorando sus consideraciones en este prolongado e insufrible trámite, requerido por ser el Amira un Bien de Interés Cultural. Ovación de pie para la infinita paciencia de la ciudadanía, pero hay que reconducir este asunto de forma drástica y acelerar, de una vez por todas, la hoja de ruta para que no pasen los meses y años sin que exista claridad acerca de la intervención del escenario cultural más importante de Barranquilla. La pandemia frenó en seco este complejo proceso suspendiéndolo durante meses y ahora es fundamental que se recupere el tiempo perdido.
Ministro Felipe Buitrago, estamos en sus manos, usted conoce al dedillo la realidad del Amira y del sector cultural del país porque se desempeñaba como viceministro de Creatividad y Economía Naranja. Pero el Amira no es lo único que necesita su atención. Dos escenarios culturales que atraviesan serias “dificultades operacionales”, según reconoció el alcalde de Barranquilla, Jaime Pumarejo, demandan soluciones de fondo, a las que no es fácil llegar porque se trata de infraestructuras privadas que no están bajo el control del Distrito, ni del Estado. Sin embargo, algo hay que hacer.
¿Hasta cuándo van a seguir abandonados a su suerte la futura sede del Museo de Arte Moderno de Barranquilla, en obra negra desde 2018, y el Parque Cultural del Caribe, cada vez más deteriorado e inservible? Ambos son operados por entes privados que no están cumpliendo con su obligación de garantizar la terminación, adecuación y mantenimiento de estos espacios. Que la pandemia haya frenado la actividad cultural y los procesos creativos, de producción y circulación de este crucial sector, dejándolo en una situación calamitosa, no puede ser excusa para no encontrar una salida.
La recuperación del Mamb y del Parque Cultural, construidos en predios privados, pero con aportes públicos, dependería, dice el Distrito, de que le sean traspasados legalmente para poder financiar las obras que demandan y asegurar su sostenibilidad convocando también a privados. En el caso del Museo Romántico, más de lo mismo: ¡otro cuello de botella que se cae a pedazos!
Que la reactivación del sector cultural en la que se contemplan innovadoras fórmulas para apalancar proyectos privados con recursos públicos o viceversa le garantice nueva vida a estos espacios. Es inmerecido e injusto que Barranquilla tenga que esperar por tiempo indefinido la reapertura de sus escenarios culturales, así que a quienes les compete: ¡actuar a tiempo y hacerlo bien! No más demoras.