Ante la complejidad de la actual crisis económica, hay que apretarse el cinturón. Lo están haciendo las grandes empresas del mundo al considerar que su actividad económica no alcanzará los niveles registrados antes del embate de la pandemia hasta dentro de dos años, 2022 como pronto, debido a la contracción de la demanda y volatilidad de los mercados. También los gobiernos, en todos los niveles, ajustan presupuestos y recortan gastos no obligatorios. La cautela se impone ante la incertidumbre desencadenada por este prolongado periodo de contracción económica.

Claro que el mayor sacrificio lo asumen familias de todos los niveles socioeconómicos a punto de quedarse sin aire por el inmenso esfuerzo realizado para ajustarse el cinturón. Si se almuerza no se cena, el hijo universitario no podrá seguir estudiando porque no hay cómo pagarle la matrícula, y ante la imposibilidad de continuar cancelando un arriendo se corre el riesgo de terminar en la calle. Cada hogar es un drama de incalculables proporciones por la falta de ingresos consecuencia de la pérdida de puestos de trabajo, hasta cinco millones durante la pandemia en el país.

La catástrofe laboral encaja con la caída sin precedentes de la economía colombiana en el segundo trimestre del año por la desaceleración de la actividad productiva. Según el DANE, el Producto Interno Bruto del país se contrajo hasta 15,7%, por el desplome de sectores como el del entretenimiento, comercio al por mayor y menor y la construcción, principalmente en abril, en pleno aislamiento obligatorio. En mayo y junio se observó mejoría en los indicadores, pero no logró compensar el peor PIB trimestral de la historia.

Recuperar la economía y generar empleo son los grandes retos por delante. Sin embargo, lograrlo no será posible si no se controla la pandemia. No se trata de entrar en el falso dilema de salud o economía: la salud siempre estará primero, pero es esencial garantizar las condiciones para que los ciudadanos puedan retomar sus actividades productivas con bioseguridad y protección, guardando de manera individual y colectiva las mínimas normas sanitarias. ¡Nadie se salva solo, también vale para la economía!

Gobiernos locales y el nacional tienen que seguir velando por la atención de la emergencia sanitaria, mientras se emplean a fondo en la reactivación económica priorizando la inversión en obra pública para jalonar sectores claves como la construcción. Momento desafiante porque la realidad fiscal de las regiones es crítica por la dramática caída del recaudo de impuestos: entre enero y junio, de acuerdo con la Federación Nacional de Departamentos, las rentas territoriales cayeron $1,2 billones, una disminución