Difícil imaginar un reto más complejo que el de afrontar las consecuencias sanitarias, económicas y sociales de la pandemia del coronavirus, que ya sobrepasó los 20 millones de contagios, y prosigue su implacable avance por el mundo entero. Imprevisible realidad frente a la cual nadie pueda cantar victoria. Nadie. Ni siquiera el director general de la Organización Mundial de la Salud, OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, quien hace unos días elogió a Nueva Zelanda por haber logrado “erradicar el virus rápidamente”.

Este país de 22 millones de habitantes, ejemplo global por la gestión de su primera ministra, Jacinda Ardern, contabilizaba no más de 1.500 casos y 22 fallecidos hasta ese momento. Menos de 24 horas después de esa declaración, la propia señora Ardern ordenó el confinamiento de la ciudad más grande del país, Auckland, durante 72 horas desde ayer miércoles, luego de confirmar cuatro casos de coronavirus transmitidos localmente por primera vez en 102 días. Ninguno de los nuevos positivos, todos miembros de una misma familia, tiene historial de viaje ni ha estado en contacto directo con otro enfermo.

Cerca de 1 millón 700 mil personas permanecen en sus casas para evitar la propagación del virus, las escuelas están cerradas, las reuniones de más de 10 personas prohibidas y quien tenga que salir a la calle debe usar tapabocas.

Nueva Zelanda, que a finales de marzo decretó una estricta cuarentena en respuesta a los primeros casos, empezó a retornar a la normalidad de manera gradual desde el pasado 9 de junio. Casi dos meses más tarde, sus habitantes ya habían regresado prácticamente a una vida sin el virus asistiendo a actividades deportivas y culturales. Sin embargo, las autoridades, conscientes de los riesgos de una “inevitable” segunda ola de contagios, lo venían advirtiendo a los habitantes, que hoy acatan el confinamiento de forma rigurosa.

Europa afronta un rebrote, durísimo por demás. En Alemania, donde la canciller Ángela Merkel logró capotear la crisis desplegando todo su pragmatismo y reconocidas habilidades político-científicas, preocupa el aumento de los nuevos contagios, 1.226 en 24 horas. Mientras tanto, en Austria los casos diarios han subido a los registros alcanzados en abril. En Bélgica, Francia, Italia y España más de lo mismo, con un aumento generalizado de las infecciones que empiezan a presionar a sus sistemas de salud. Gobiernos de Islandia, Dinamarca, Finlandia y Noruega recomiendan a sus ciudadanos el uso permanente del tapabocas para minimizar riesgos.

Europa transita hacia la aplicación de medidas más restrictivas para hacerle frente a lo que parece ser una segunda oleada del virus en pleno verano. Era lo previsible. Lo importante es, como reconoce la primera ministra neozelandesa, “estar preparados” para afrontarlo. Conocer, analizar y, por qué no, extraer las mejores prácticas de las experiencias acumuladas en otras latitudes siempre resultará un ejercicio útil cuando no existe un manual para abordar una situación tan excepcional y chocante como la desencadenada por este peculiar virus que sigue al acecho.

Entre las primeras lecciones que vale la pena considerar para evitar que la Covid vuelva a ganar terreno hoy que empieza a estar bajo control en Barranquilla y el Atlántico es actuar con rapidez y eficiencia. Ningún esfuerzo es poco porque el virus no da espera y se debe proceder de manera oportuna. Decisiones resolutivas y determinantes compartidas a través de una comunicación asertiva, empática y eficaz que transmita mensajes claros y pertinentes para conectar con una ciudadanía ávida de respuestas. Simpleza y cercanía. Menos siempre será más. Liderazgo a pruebas de crisis y esta sí que lo es.

Ni Arden ni Merkel, dos de las dirigentes mejor valoradas en el mundo por su manejo de la pandemia, han logrado eliminar el virus definitivamente. Sin vacuna, este siempre sorprenderá, pero sí es posible mantenerlo a raya, especialmente ahora que en nuestro caso se ganó experticia y se fortaleció el sistema de salud. Permanecer alerta, sin bajar la guardia y comprometidos con el autocuidado es también tarea de cada persona que de manera soberana debería ejercer una forma de autogobierno frente a su propio bienestar. Liderazgo ciudadano.