Cuenta regresiva para el reinicio de las operaciones en los aeropuertos Ernesto Cortissoz de Soledad, que sirve a Barranquilla, el Rafael Núñez de Cartagena y el Simón Bolívar de Santa Marta. Juan Carlos Salazar, director de la Aeronáutica Civil, recorrió las instalaciones para verificar la implementación de sus protocolos de bioseguridad, con los que se busca mitigar la exposición y riesgo de infección de viajeros y empleados. El resultado fue satisfactorio.

Ahora todo depende de la solicitud que hagan los alcaldes de estas ciudades al Ministerio del Interior para llevar a cabo rutas piloto, que deben ser autorizadas por esa cartera, previo análisis de los indicadores de Covid por el Ministerio de Salud.

Siendo coherentes con el momento que afronta Colombia por el marcado ascenso de la curva del virus, alcaldes de varias ciudades decidieron aplazar sus planes de reabrir aeropuertos. Es una actitud sensata. Por ahora, los únicos vuelos piloto operando son los del oriente del país entre los aeropuertos Palonegro de Lebrija, que sirve a Bucaramanga, y Camilo Daza, de Cúcuta. Esta operación comenzó el 21 de julio y en su primera semana se efectuaron 26 vuelos con 439 pasajeros.

La Aerocivil, en un primer balance, aseguró que “se puede prestar el transporte aéreo en medio de esta pandemia que afecta al mundo, siempre con los mayores cuidados”, guardando las normas de bioseguridad y apelando al autocuidado responsable para minimizar el riesgo de contagio. Es una buena noticia en medio de esta fortísima crisis sanitaria que ha empujado al borde del abismo a varios sectores de la economía.

Cuidar la vida y la salud de las personas debe seguir siendo la prioridad del Gobierno nacional y las autoridades locales, pero como ya ha venido ocurriendo en otras partes del mundo es fundamental seguir definiendo las condiciones para la vuelta gradual, segura y regulada de una serie de actividades suspendidas desde hace meses por las medidas de aislamiento preventivo obligatorio, como el transporte.

Sin duda, este sector y su cadena productiva están entre los más afectados por las restricciones impuestas para contener el avance de la pandemia. El mes adicional de cuarentena anunciado por el presidente Duque para seguir haciéndole frente a la progresión del virus seguramente ahondará su situación que es realmente agónica. En el caso de las empresas de transporte terrestre, su regreso está en manos de los alcaldes que deberán solicitar planes piloto avalados, en última instancia, por los ministerios del Interior y Salud.

Sin transporte no hay viajes, sin viajes no hay hoteles y sin hoteles no hay turismo. Eslabones de una misma crisis sin precedentes en el país que afecta a millones de personas. Cotelco, el gremio hotelero, que dice tocó fondo, contabiliza pérdidas superiores a los $4,5 billones y registra una ocupación promedio nacional en mínimos históricos de apenas 3,2% en el segundo trimestre del año, cuando en ese mismo período de 2019 llegaba al 53,52%. Después de Bogotá y Antioquia, Cartagena es la zona más afectada por la falta de ingresos por prestación de servicios de alojamiento, venta de alimentos y bebidas y realización de eventos. Le sigue Magdalena y en novena posición Atlántico.

Sin vacuna, la pandemia se prolongará por un tiempo indefinido y sus efectos en los distintos ámbitos de la vida personal, social, laboral, entre otros, continuarán siendo ruinosos. Mientras Barranquilla y Atlántico toman un respiro, que no significa bajar la guardia porque el virus sigue ahí, en otras regiones del país, como Córdoba, Antioquia o Bogotá lo peor está por llegar. Este enfoque diferencial, soportado en un mínimo índice de contagios, reducción de la letalidad y ocupación de las UCI y un creciente porcentaje de recuperados permite que hoy la ciudad, en articulación con el departamento, avance en nuevas fases de reactivación económica y en el diseño de posteriores etapas de reapertura de otros sectores como el del transporte aéreo o los restaurantes.

El desafío es invariable: garantizar el control de la pandemia invirtiendo en atención primaria y preventiva, equipos de rastreadores, realización de pruebas, sorteando las dificultades que plantean laboratorios y EPS, vigilando el estricto cumplimiento de las medidas de bioseguridad y siendo inflexibles en cerrar si hace falta. Si los gobernantes de Barranquilla y el Atlántico lo tienen claro y a través de su liderazgo establecen las pautas a seguir, teniendo como telón de fondo la seguridad sanitaria de la población, se podrán dar pasos significativos para el despegue económico que muchos sectores claman a voz en cuello.