El renovado liderazgo de la canciller alemana, Ángela Merkel, demostrado en la gestión de la pandemia de COVID-19 en su país, la precede en el nuevo desafío que acaba de asumir, la presidencia del Consejo de la UE desde este 1 de julio hasta el 31 de diciembre. Un reto en el que tendrá que hacer gala de toda su templanza y pragmatismo para afrontar el crucial momento que atraviesa la Unión Europea, duramente golpeada por la crisis económica y social desencadenada por el coronavirus, y además sacudida por disputas y divisiones internas entre los socios.

La que llegó a ser considerada la “mujer más poderosa del mundo” se había convertido en un personaje incómodo en el escenario político de su país luego de reveses electorales y de su anuncio de no presentarse a una reelección en 2021. Apariciones públicas en las que lucía temblorosa y cansada desataron todo tipo de especulaciones y su salida del poder estaba cantada, incluso muchos daban como un hecho que antes de mitad de año estaría fuera del cargo. Sin embargo, la irrupción del inédito virus le dio un nuevo aire y reeditó su incuestionable imagen de líder de una gran potencia.

La canciller Merkel desplegó sobriedad y firmeza para enviar a los ciudadanos un mensaje tranquilizador sobre una realidad desconcertante, cargada de incertidumbre y agobio, que necesitaba ser explicada con rigor científico, claridad y racionalidad. Usó su imbatible pensamiento analítico para, de manera clara y comprensible, hacerle entender a los alemanes la complejidad de la situación. Cualidades imprescindibles para enfrentar la más difícil de las crisis y superarla. Sus acciones, cuidadosamente diseñadas por un equipo robusto de expertos en distintas áreas, las ejecutó despojada de cualquier cálculo e interés político, sólo impulsada por un genuino compromiso de resolver los problemas surgidos de la coyuntura. Con palabras adecuadas, siempre coherentes y oportunas, apuntaló la estrategia sanitaria de la locomotora europea. Merkel en esencia pura.

A sus 65 años, la doctora en Física, que gobierna hace 15 a Alemania, ofreció renovadas lecciones de una fortaleza avasallante en tiempos en los que ser un buen líder es un bien bastante escaso. Sus elevados índices de popularidad y satisfacción, entre los ciudadanos, reconocen su gestión. En pocas semanas, la científica más que la política cambió su propia historia, se afianzó en el poder, y hasta diciembre luce intocable en su puesto. Su propio partido, el CDU, beneficiado por este inesperado respaldo con nombre propio, aplazó cualquier decisión sobre sucesiones en sus cargos directivos que pueda provocar una reacción adversa.

Pero no hay tiempo para el descanso de la guerrera. Luego de movilizar a su país contra un virus llamando a la solidaridad, unidad y confianza, a Merkel le espera otro desafío histórico que volverá a poner a prueba su solidez. La canciller, apelando más a la concertación que a la fuerza, porque al fin y al cabo es otro tiempo, intentará sacar a flote a una Europa abatida por el impacto económico del coronavirus. Para lograrlo ya dio un primer paso al acordar con Francia un fondo de recuperación por 750 mil millones de euros, por primera vez con fondos prestados en común por la UE. Una enorme operación de rescate que aún debe resolverse en el interior del bloque comunitario, y que resultará fundamental para avanzar en el, tantas veces aplazado, proyecto de una Unión Europea más fuerte.

Su otra gran tarea es la durísima negociación con Reino Unido, al que se le agota su tiempo en la Unión. Merkel le acaba de advertir a los británicos que se corre el riesgo de no alcanzar un acuerdo de cara al “brexit”, lo que profundizaría mucho más las dificultades económicas de ambas partes. Un escenario potencialmente desastroso, que podría ser revertido con el decidido empuje de una Merkel activa, dinámica y mucho más conectada con el sentir de una Unión Europea que está en riesgo de colapso.

Confianza y credibilidad, pilares que definen a esta notable mujer forjada para las crisis. Una verdadera líder que demostró que, nadie más que ella misma, decide cuándo se acaba la partida. Saber qué decir y qué hacer. Mucho que aprender de la gobernante democrática más longeva de Europa, que pasará a la historia por su defensa de la unidad como un valor impagable y por ser la persona más normal de Alemania.