El Festival Vallenato, cuya edición número 51 termina hoy, es un ejemplo mundial de preservación de la tradición cultural de un país. Son muy pocos lo eventos que logran conjugar la cultura, el turismo, el comercio, la difusión periodística, la industria de la música y la participación popular, alrededor de una manifestación folclórica. Y que en nuestra región se lleve a cabo uno de estos, nos hace sentir orgullosos.

Desde su creación, el Festival ha sido determinante en el resguardo del acervo cultural de la región, y de la protección de los fundamentos de las músicas tradicionales. Y no solo eso: también ha sido fundamental en la difusión global de un género por el cual Colombia es reconocida en todas partes.

Pero quizás el aporte mayor de este evento, es su capacidad de convocar a un pueblo en torno a su valores fundamentales, a su pasado, a su manera de entender el mundo. Cada año por esta misma época, la gente del Valle de Upar, de La Guajira, de la Sierra Nevada, de las sabanas de Bolívar, se encuentran para reafirmar su identidad, para celebrar lo que los hace únicos.

Es importante destacar también el talante que ha permitido que el propósito del Festival Vallenato se aleje de los fundamentalismos que hubiesen impedido la evolución natural de una música que ya es universal, condenándola a la quietud y al olvido. Por lo contrario, la insistencia en preservar la tradición, ha servido para que el vallenato encuentre maneras de conectarse con nuevas generaciones, de establecer diálogos con otros géneros, de hacerse universal sin abandonar el acordeón, la caja y la guacharaca.

La muestra más palpable de esa conexión entre lo ancestral y lo moderno, está encarnada, sin duda, en la persona de Carlos Vives, el artista homenajeado este año. Su contribución a la evolución del vallenato, a su difusión mundial, a su sintonía con los nuevos tiempos, a la promoción de nuevas figuras, al crecimiento exponencial de sus adeptos, ha sido poderosa y visionaria, a la vez que respetuosa de la herencia dejada por los viejos juglares que cantaban la vida de pueblo en pueblo. Es por eso que el homenaje de este año al artista samario es justo, necesario y oportuno.

El Caribe y el país entero, celebran también esta nueva edición del Festival del Leyenda Vallenata, que ha dejado de ser una reunión local de gente que no quiere olvidarse de sí misma, para convertirse en una fiesta nacional alrededor del arte, la cultura, la construcción de comunidad y la paz.