Niza, Berlín, Londres, Estocolmo y ahora Barcelona. No hace falta una bomba amarrada al cinto ni un fusil de asalto, la carrocería de un camión o de cualquier vehículo pesado se ha convertido en el arma preferida por el terrorismo para sembrar el caos en Europa.
Al menos trece muertos y un centenar de heridos deja el atentado cometido ayer en La Rambla, el reconocido paseo peatonal que casi a cualquier hora del día se encuentra atiborrado de turistas. Un golpe en el corazón de una de las ciudades más visitadas del mundo.
El método no puede ser más sencillo: alquilar un carro y estar dispuesto a dar la vida por la causa. En el caso de Barcelona, una furgoneta que recorrió más de 500 metros derribando personas como si se tratara de pines en una pista de bolos. No hay que tener conocimiento en manejo de armas ni de explosivos, mucho menos entrenamiento previo, por eso la dificultad de los organismos de inteligencia a nivel mundial para seguir el rastro.
El Estado Islámico no tardó en asumir la autoría del atentado. “Los ejecutores del ataque en Barcelona son soldados de Isis (por sus siglas en inglés) y han realizado una operación contra un país de la Coalición”, difundió el grupo yihadista en redes sociales.
Los análisis de las agencias de inteligencia dan cuenta de que por “país de la Coalición” se refieren a las 68 naciones, entre ellas España, que desde 2014, lideradas por Estados Unidos, bombardean a Isis en Siria e Irak.
Las imágenes divulgadas casi que en tiempo real a través de internet muestran la magnitud de una tragedia que no es ajena a ningún país. Turistas llegados desde todos los rincones del mundo recorren a diario las calles de la capital catalana, y el paseo por La Rambla, camino al puerto, es cita obligada.
La furgoneta frenó su marcha en el teatro del Liceu, donde el conductor huyó sin que hasta anoche hayan dado con su paradero. Sin embargo, la Policía detuvo a dos personas, entre ellas un marroquí que había llegado a la ciudad condal el pasado domingo y fue la persona que alquiló el vehículo.
En menos de año y medio, los ataques con carros ya dejan más de 100 muertos y 500 heridos en el viejo continente. Hasta ahora, el endurecimiento de las medidas antiterroristas en Europa no ha sido suficiente para poner freno a la ola de atentados, lo que llevará, de seguro, a más restricciones de las libertades de los ciudadanos. Es el precio que hay que pagar por vivir en un mundo en el que ya nadie está seguro.