Muy pocos países están “preparados” para resistir el embate de un tsunami. Incluso las grandes potencias se ven en aprietos a la hora de atender emergencias naturales con esa capacidad devastadora. Por eso, un fenómeno marino como el que el miércoles azotó las costas del Magdalena y alcanzó a sentirse en La Guajira y el Atlántico, debe preocuparnos a todos.
La Dirección General Marítima (Dimar) calificó el hecho como una “pequeña onda de tsunami” por un deslizamiento de tierra en el océano; otros especialistas lo definieron como un meteotsunami y explicaron las diferencias entre ambos.
El meteotsunami es una alteración que permite un acoplamiento entre la atmósfera y el océano, produciéndose una amplificación de las ondas que genera una resonancia dentro del sitio y da origen al fenómeno natural.
Lo cierto es que cientos de ciudadanos coinciden en haber visto una ola gigante que inundó Tasajera, Pueblo Viejo, una parte de Ciénaga y llegó hasta El Rodadero en Santa Marta. Uno de los relatos más dramáticos daba cuenta de que “el mar se devolvió unos cien metros y luego descargó su furia sobre el pueblo”.
Atlántico no fue ajeno al fenómeno, ya que en Puerto Colombia aseguran que el agua también invadió varios sectores del municipio.
La decisión tomada por el Consejo Departamental de Gestión de Riesgo de cerrar cuatro playas de Puerto Colombia este fin de semana, en forma preventiva, es una muestra de que el tema es serio.
Aunque las causas del fenómeno aún son materia de investigación, expertos aseguran que puede repetirse en cualquier momento y claman a las autoridades por un sistema de monitoreo permanente. Indudablemente, este el primer paso para prevenir una tragedia.
El Caribe ha sido ajeno, hasta ahora, a estos eventos, pero no por ello hay que bajar la guardia. La emergencia de esta semana es más que una señal de alarma.
Una red de monitoreo a lo largo del litoral Caribe, que permita emitir una alerta temprana, ayudaría a evacuar poblaciones y salvar vidas, llegado el caso. Las autoridades locales deben actuar unidas y presionar al Gobierno central para conseguirlo.
El otro tema es el cultural: en las poblaciones afectadas las personas estaban más pendientes de grabar el fenómeno con sus celulares que de salir de sus casas. La evacuación lo único que hizo fue aumentar la sensación de caos.
Otro ejemplo de este comportamiento es lo que sucedió ayer en Puerto Colombia, donde la prohibición de no usar las playas no fue atendida por el turismo ni por el comercio, y las autoridades tampoco ejercieron control. Así somos.