La vida está llena de altos y bajos y son esas experiencias las que nos demuestran con qué valor estamos dispuestos a enfrentarlas'.
La frase se oye, a través del teléfono, en un tono de orgullo, pero al mismo tiempo cargada de humildad. Se cuelan por la llamada también algunos sonidos de máquinas de coser y muchas voces. Carlos Peláez está en la planta de confección donde se elaboran las prendas que le dan sentido a su empresa y a su marca Voltaje.
El hombre maneja un verbo enérgico, empático, pero pausado. Da algunas directrices a sus trabajadores y se dispone a atender, con calma, la llamada.
'Así ha sido desde que comenzó la cuarentena. No hemos dejado de trabajar un solo día. Siento que tengo el mejor equipo del mundo y creo que sin ellos nada de esto sería posible', dice Peláez al describir lo que han significado estos tiempos de la pandemia para su empresa, sus trabajadores y por supuesto la actitud que ha tenido que asumir en este tiempo.
Cada uno de los empleados, destaca Peláez, 'está cargado' de sueños y esperanzas y le recuerdan sus orígenes y de la forma en su familia los sacó adelante.
'Mi papá vendía mercancía en un carro de mula en Guacamayal (Magdalena), y con eso nos educó. Yo veo en mis empleados a mi padre tratando de sacar adelante sus proyectos y sus familias y eso es un combustible que alimenta el motor de la creatividad, sobre todo en este tiempo, donde se buscan todas las formas posibles para seguir vigentes y continuar trabajando', narra Peláez.
El empresario barranquillero dice que siempre tiene presente la premisa de sacar al mercado productos de calidad y al mejor precio 'para mantener el éxito' a flote, que en estos tiempos lo mide a través de las redes sociales, cuando sus clientes 'llenan las bandejas de mensajerías con los encargos'.