Ochocientos partidos jugados, significa que Carlos Bacca, en promedio, ha disputado 50 partidos por temporada durante los últimos 16 años. En tiempos en los que, por estudios y planificación se pretende reducir el desgaste físico del futbolista a través de la disminución del número de partidos por temporada, lo del gran delantero de Puerto Colombia es plausible y meritorio. Una muestra fehaciente de disciplina y constancia. De compromiso con su profesión. De pasión por el juego del fútbol.
El pasado martes, vistiendo la camiseta de su Junior, celebró su partido 800 en la victoria ante Chicó FC, en Tunja. Bacca es, sin duda, un gran ejemplo de superación, a él la naturaleza no lo premió con una virtud técnica sobresaliente. No nació con el remate incontenible de Valenciano, tampoco con el cabezazo de Falcao, ni la fuerza avasallante de Iguarán o la inteligencia táctica de Teófilo. Él hizo de la astucia y de su olfato gatuno sus armas para saber cuándo y dónde tomar un poco de cada una de esas a favor del gol, su mejor aliado.
En la cancha, Bacca, con ojos de agrimensor, descubre el descampado espacio a espaldas del defensa y traza, cuál alfil en el tablero de ajedrez, diagonales perfectas que completan el pase del compañero, para luego esgrimir un sutil amague, eludir al arquero y dejar la pelota en la red.
Su historia personal y profesional es un relato de cambio, crecimiento y Fe. Apretó los dientes, corrigió comportamientos y se fue a Europa. Y allí transitó, con ilimitado coraje y frenética determinación, el competitivo fútbol del viejo continente. Y triunfó.
Sin dudas, uno de los ídolos del Junior del siglo 21. Y uno de los mejores exponentes del linaje goleador del futbolista del caribe. ¡Felicitaciones, Bacca!