El Real Madrid sentenció su trigésimo quinta Liga exhibiendo superioridad, goleando a un blando Espanyol (4-0), con doblete de Rodrygo, goles de Marco Asensio y Karim Benzema, en un impulso moral previo a un nuevo intento de remontada europea, en un Santiago Bernabéu vestido de fiesta antes de recuperar el misticismo.
La superioridad mostrada por el Real Madrid en LaLiga no merecía despistes innecesarios ni cambios de fecha a un alirón temprano.
Carlo Ancelotti firmó el objetivo de su regreso, vencedor de las cinco grandes Ligas.
Campeón con cuatro jornadas por disputarse. Dominador absoluto de una Liga en la que no encontró rival que le aguantase el ritmo.
El Barça dimitió pronto, el Atlético de Madrid, que defendía corona, dejó de ser fiable y al Sevilla le faltó, un año más, ese paso clave para creérselo y pelear hasta el final.
El panorama, con el Manchester City a la vuelta de la esquina, se prestó a las rotaciones masivas de Ancelotti. A la vuelta de semifinales debe llegar con el descanso que no se puede permitir un rival que se juega la Premier.
Tan solo tres titulares, quizás cuatro tras la exhibición de Rodrygo, jugaron de inicio, con Courtois en portería, el regreso de Casemiro de central por los problemas defensivos y la presencia sorprendente de Luka Modric.
Pero es que gran parte del fútbol madridista pasa por las botas del mago croata, que cuando el partido adquiría ritmo de pretemporada, inventaba un pase con aroma de gol que perdonaba Mariano o un toque al espacio que levantaba al Bernabéu.