El fenómeno de las escuelas de fútbol se ha apoderado de Barranquilla. Hoy no hay un parque, una cancha o un barrio en el que no se vea a un grupo de niños, uniformados, practicando alegremente con el balón, ante la mirada atenta de sus entrenadores. Incluso, se ha llegado al punto de que en una misma cancha trabajen dos y hasta tres clubes al mismo tiempo, producto de la gran demanda que existe en la ciudad.
Según el reporte entregado por la Liga de Fútbol del Atlántico, son 314 las escuelas de Barranquilla oficialmente inscritas en el máximo ente que rige el balompié en nuestro departamento.
Aproximadamente 18.000 niños hacen parte de estos clubes, gracias al apoyo de sus padres, quienes son los que se meten la mano al bolsillo para entregarles a sus hijos una formación deportiva que les permita desarrollar un talento o simplemente les brinde bases sólidas para un mejor proceso de crecimiento.
Un fenómeno
¿Es rentable el negocio de las escuelas de fútbol? ¿Es fácil crear una? ¿Qué tan positivo es ver tantos clubes en la ciudad? ¿Hay algún ente que regule la creación de estas academias? Estas y muchas preguntan más surgen a raíz de este fenómeno social, que desde una perspectiva positiva se ve muy beneficioso para los niños, porque tienen los suficientes espacios para la práctica del deporte, pero que tiene también sus contras si no hay un control riguroso en la creación de las mismas.
'Si una persona abre una escuela de fútbol para ganarse un billetico, pero no tiene una buena calidad para ofrecerles a los niños, estamos hablando de una escuela que no le está aportando nada a la sociedad. Trabajar con los niños es de mucho cuidado, porque estamos trabajando con un cerebro frágil, un telón en blanco, que tú tienes que pintarlo, edificarlo, para que ese jugador tenga la capacidad más adelante de estar seguro de su parte deportiva. Montar una escuela como un negocio no es bueno, hay que montar una escuela con una visión clara y bien preparada para que usted pueda entregar una buena enseñanza a esos niños, que cada familia confía y lo entrega para que lo formes', afirma el exjugador barranquillero Jesús ‘Toto’ Rubio, quien lleva 32 años formando jugadores con su escuela, por la que pasaron futbolistas profesionales como Fredy Montero, Carlos Bacca, Michael Ortega, César Fawcett, Rafael Barraza, John Velandia, César Poveda, entre otros.
Otoniel Vega, uno de los representantes de la Escuela Barranquillera, tiene un pensamiento parecido al de ‘Toto’. La masiva creación de escuelas de fútbol en la ciudad tiene sus pros y sus contras, por eso hay que saberlas regular.
'Es bueno en el sentido que hay más espacio para los niños para la práctica del deporte, para alejarse de los malos hábitos, pero opino que debe tener una regulación, porque si no lo regulas se crean muchas escuelas que realmente no tienen formalismo. Entonces, este fenómeno desde lo social, bien, porque se abren más espacios para que los niños practiquen un deporte, y desde lo organizacional, mal, porque cualquiera puede abrir una escuela y cualquiera puede vincular un club a la Liga de fútbol, y muchos ven esto como un negocio', expresó.
En el mercado se pueden encontrar escuelas de fútbol de todo tipo. Desde la más baratas y modestas hasta las más costosas y reconocidas. Las dirigidas por personas del común y las lideradas por exjugadores de fútbol. Las que se defienden con uñas y dientes, las que tienen vínculos con equipos nacionales y del exterior. Las que cuentan con uno o dos profesores para un centenar de niños y las que se apoyan de un grupo grande de profesionales que están al tanto de cada una de las categorías.
El ideario
¿Qué busca un padre al meter a su hijo a una escuela de fútbol? ¿En qué se fija? ¿Qué tiene en cuenta? Wilson Acosta, administrador de empresas, tiene a su hijo Julián, de 7 años, en el club deportivo Neogranadino. Acosta se muestra contento con el proceso que adelanta su pequeño desde temprana edad.