Todo es tenebroso. La vida se silencia sin razón y sin remilgo. ¡Genocidio!
Como si los niños sacrificados no sumaran. Todo es poco.
Parece que la atemporalidad del dolor fuera permanente y eterna, como la de la injusticia y la barbarie.
Las almas pacifistas y limpias hoy no se hallan, deambulan agotadas, desajustadas, trasnochadas, jadeantes, aturdidas, también moribundas.
En el estado sangriento en el que habita el mundo, tal vez sea una gran distinción sentirse excluido y sin espacio.
Las almas pacifistas y limpias nada tienen que justificar, entienden que las victorias escritas con tinta de misil y sangre de inocentes son todas criminales. Para ellas, las armas son la vergüenza eterna. Simbolizan todas las fracturas del espíritu.
Las almas pacifistas y limpias no siembran flores sobre escombros de cemento, sobre piel, sobre llanto y sobre huesos, así evitan el destierro perpetuo.
Las almas pacifistas y limpias son capaces de renunciar a sus propias opiniones, si ellas sugirieran o insistieran en lo incorrecto.
Las almas pacifistas y limpias no siguen libros negros de mandatos y doctrinas. No impulsan negaciones, no abrazan los pretextos.
Las almas pacifistas y limpias se hacen poesía, pues prefieren ser campo libre, a ser campo santo.
Eligen el cielo porque el cielo es un abismo que no puede ser colonizado. En este mundo insano podrán colonizarse tierras, pero jamás el cielo. La gloria no puede tejerse desde la oscuridad.
Las almas pacifistas y limpias abrigan la memoria y el legado de sus ojos ajenos a lo opaco. Su grandeza no está en la fuerza ni está en la materia, su riqueza se encuentra en todo lo que no les puede ser bombardeado.
Las almas pacifistas y limpias son fantasmas en el olvido del soberbio, son aroma en tránsito, en busca de la trascendencia y la elevación de la consciencia.
Las almas pacifistas y limpias no se sienten únicas, ni superiores. Se funden, se mezclan, las enriquece la amalgama y las visibiliza del tejido de lo humano.
A las almas pacifistas y limpias las impulsa cierta fortaleza para hacer del desconsuelo, reflexión.
Viven más en el perdón que en la arrogancia, pues el perdón las libera, la arrogancia las secuestra.
Las almas pacifistas y limpias hoy desde el desgarro envían luz a los violentos para que encuentren paz en lo que han hecho en contra de inocentes y en su propia contra. Envían luz sobre la impronta roja del asesino, luz para que puedan seguir habitando en su cadáver antes de morir, y después de haber matado tanto.