Qué significa ser libre? En qué consiste la libertad? Cuál es su definición de libertad y, qué tan cerca está de ella? Es usted libre?
El término ha rondado mis espacios últimamente, y no precisamente por estar en búsqueda de él, o de ella misma, no. Ha sido, por una parte, de manera espontánea, casi “libre” y por otra, seguramente como a usted le ha sucedido, producto de la agotadora jornada política y su secuencia de discursos y promesas en voces de candidatos, de remedos de candidatos, de aspirantes, de voceros oficiales y de toda clase de voces que hoy se alzan entre el fango de la discordia, propio de las redes sociales y de las arenas de la vida donde se discute y se debate, o mejor, dónde repite lo que otros dicen.
No sé cuántas veces se ha utilizado la palabra en el último mes, y aunque traté de buscar en las métricas semánticas de algunos estudios inoficiosos estadística alguna que me permitiera robustecer el planteamiento, no encontré dato cierto ni fuente confiable, entonces, me veo en la obligación de recurrir a mi verdad, a la de mis oídos y mis ojos, que no es más que mía y solo mía y, en consecuencia, me permite imaginar, desahogar y decir con “libertad” un número que se asemeje a mi percepción y, entre otras, a mi cansancio y mi dolor por haberla oído mencionada tantas veces y de manera tan liviana y ligera en muchas de ellas. Dicho esto, entre las veces que la utilizaron, la mal utilizaron y la manosearon, la palabra libertad fue citada ciento noventa siete millones, novecientas setenta y dos mil, ciento noventa y dos veces.
Saturado y aturdido, pero aun inquieto, consulté en las esquinas, en las tiendas, en las mesas de trabajo con colegas, en tertulias con amigos, en estadios y en quimeras: Que significa ser libre? En que consiste la libertad? Cuál es su definición de libertad y, qué tan cerca esta de ella? Es usted libre?
Recibí muchas respuestas pero me quedó la extraña sensación que en la búsqueda de la libertad inatendida, se encuentra la condena la más grande. Todos perseguimos algo, todos buscamos algo y en ello; en perseguir, en buscar, en anhelar, incluso la “libertad” nos distanciamos profundamente de su esencia. Somos esclavos de lo que deseamos y en procura de lo mismo, vivimos con sed y con ansias.
Como no todas las cosas tienen un significado determinado, pues la interpretación de conceptos tan amplios representa, así mismo, un amplio abanico de posibilidades, creo valioso y necesario, dejar a un lado la expectativa por la respuesta y tal vez, encontrar en la forma cotidiana una manera efectiva de vivir y de demostrarse a sí mismo, de manera coherente, cómo se es libre.
William Blake, poeta, pintor y grabadista británico, decía de manera magistral en una de sus máximas:
“El que se encadena a una alegría, destruye una vida libre; pero el que besa la alegría en su vuelo, vive el amanecer de la eternidad.”
Nada es para siempre, nada podemos poseer y querer retener, pues ese es el inicio del castigo, nos atamos, nos destruimos. La necesidad de un futuro evapora toda la vida, nadie nos la devuelve, como nadie es dueño de nuestra posibilidad de ser libres, la libertad no es un discurso. Besemos como dice Blake la alegría del momento del vuelo sin mayor expectativa, para poder vivir otra aurora, la aurora de lo eterno.