Él llevaba en sus tenazas y en sus ojos, y ella en su cola y su mirada, la delicadeza de las fibras más íntimas, las que componen el mágico tejido de una conversación. Recordaron en mí, la palabra y su poder, la inquietud y su atención, la generosidad de compartir un territorio, una creencia, una percepción, una idea, una premonición, o la intuición de un hecho como un fenómeno dinámico que entrelaza dos mundos, dos culturas, dos historias o dos universos. Pensé que debería ser así también con los humanos, debería ser ese, un lugar sagrado en orden de respetar el espacio individual del cual proviene la belleza la aproximación, para ojalá, evitar reducirlo todo al vago concepto de hablar en el encuentro, que por cierto, en lo público y en algunas redes sociales, tiende a naufragar entre alegatos, insultos y gritos desmedidos, todos cargados de alevosía en procura del reino de la razón, entendiendo eso sí, que lo que no se logra con el tono suficiente, provocador y burlesco, seguramente se logra con las balas que silencian lo que incomoda, lo que desuna o representa incompetencia y lo que no se entiende. No son solo las balas de guerra las que acaban con la vida, son las de tinta y saliva las que matan la dignidad y el sueño.
Encuentro sosiego en la naturaleza pues en su espíritu habita verdad y fantasía. No reconozco maldad en ella, sus voces, son todas voces de esperanza, de alegría y sorpresa, sus tonos son como sus formas; admirables. Su color como su ritmo; melodioso, y su mensaje como su vida; invaluable y poderosa, llena de ímpetu, capaz de transformar desolación en respiro y hacer de lo árido tierra fértil.
El bosque rojo de Chernóbil es ejemplo claro de ello, hace 34 años se produjo el accidente nuclear más doloroso de la historia, la explosión del reactor número 4 de la planta nuclear Ucraniana provoco la evacuación de más de 350.000 personas y un impacto sobre la naturaleza incalculable, los pinos se vistieron de rojo aparentemente para siempre, se estimó una zona inhabitable por siglos y se predijo desierto para la vida.
Hoy, es hogar de Osos, bisontes, lobos, caballos, diversidad de mamíferos y aves, el bosque se tornó de verde y es dador de vida funcional y, lo más interesante, la ausencia general de efectos negativos en la radiación sobre la fauna, se debe según expertos locales, de Francia, Bélgica, Noruega, España y Reino Unido, a tres factores, el primero: los organismos vivos pueden ser más resistentes que la radiación. El segundo: las especies presentaron adaptación, y el tercero: la ausencia de humanos en la zona podría estar favoreciendo a las especies.
Sentí lo mismo que usted puede estar sintiendo ahora. Parecería evidente, la presión de las actividades humanas y del ser humano en sí, podría ser más negativa para la naturaleza que un accidente nuclear.
El cangrejo y la sirena coincidieron en algo: “No temas si no te creen, lo que te inspira te protege y te resguarda” me dijeron.
Sin duda las voces más puras son las más naturales, aquellas que no necesitan inflexión alguna para demostrar conocimiento. Si nuestra fuente de inspiración es la sensibilidad, se dibujará en el jardín la silueta de seres fantásticos que cuidará nuestra energía para poder llevarla al sol. En lo natural lo que trasciende.
El diálogo se llevó a cabo a orillas del río Buritaca (Magdalena) donde su corriente dulce se abraza con el mar.
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