Dar con un obstáculo, perder el equilibrio y caer es algo que le puede pasar a cualquiera, lo importante es no volver a tropezar una y otra vez. Colombia vive una de las crisis más grandes, más de 509 mil micronegocios destruidos en la mitad de la covid-19, informó el Dane.

General Electric: 1890, IBM: 1896, Disney: 1923, Microsoft: 1975, Apple: 2001, son solo un ejemplo de empresas exitosas que nacieron en tiempos económicos difíciles. Comparto mi experiencia, especialmente a los jóvenes, a ponerse de pie con la frente en alto, hacia la innovación y emprendimiento, ya que estas tormentas también son indicadas para crecer.

Hace algún tiempo, el pasivo de mi negocio sobrepasó al activo por motivos que escaparon a mi control, produciendo técnicamente una quiebra que se veía venir. Aquel tropezón que me di, el cual no pude evitar, me causó una fractura de todas las articulaciones económicas que me daban para vivir.

Logré que me recibieran todos mis bienes: la casa recientemente adquirida, dos automóviles, electrodomésticos, vitrinas de mi establecimiento comercial, caja fuerte, tres aires acondicionados, un remanente de artículos de joyería y algo más que no puedo recordar.

Al día siguiente, me percaté de que, después de pagar todas mis deudas y a pesar de encontrarme sin un peso en los bolsillos, ya gozaba de la más hermosa tranquilidad de conciencia, la cual fue recompensada por mi gran amigo Melek, que un tiempo después, me dio trabajo, no sin antes felicitarme por la valiente decisión que había tomado al entregar todos mis bienes y comenzar de cero una nueva vida. Si me hubiera declarado en quiebra –teniendo en cuenta la escasa mercancía que me quedaba– solo debía pagar el 10 %, pero yo preferí cancelar la totalidad de la deuda.

Otro tropezón que me di, y que parecía volverse costumbre, ocurrió al finalizar el tiempo de los festejos por el grado de bachilleres, dedicado a un intercambio de invitaciones con compañeros en las que se compartían copas, cigarrillos sin filtro y trasnochadas sin tregua. Amenazas que no tuve en cuenta para evitar cuando debía hacerlo.

Una nueva aventura estudiantil que quería emprender en la Facultad de Medicina de Buenos Aires, se convirtió en un viaje de seis meses de tratamiento médico, con diagnóstico delicado y de estricto cumplimiento en Bogotá. Cuando me dieron de alta, decidí ingresar a la Javeriana, para emprender esa proeza académica que me permitiera cumplir mi objetivo y, aunque cursé el equivalente a tres semestres de Medicina, ya mis compañeros me llevaban más de dos años de distancia, y se convirtió en un factor de desgano que potenció mi camino hacia el periodismo y las sirenas de la radiodifusión, las cuales no pude rechazar.

Podría seguir contando todas las circunstancias en la vida que me han permitido caer y levantar, rememorar aquellas que tuvieron menos resonancia gracias a la resiliencia que, por cosas divinas del destino, aprendí a sortear. Hay que aprender de la derrota para transformarla en oportunidad de desarrollo personal. Como dice una canción: “Y un día después de la tormenta, cuando menos piensas sale el sol”.