Durante varias décadas emigraron los colombianos a Venezuela buscando en ese país oportunidades que no les brindaba Colombia. Posiblemente cinco millones de colombianos o más se establecieron allá. Ahora ha cambiado radicalmente la situación y los venezolanos ingresan a Colombia buscando refugio u oportunidades que no encuentran en su país. Se estima que hoy están en el país alrededor de un millón de venezolanos, más o menos el mismo número de inmigrantes que han ingresado a Alemania.
En contraste con ese país, esta inmigración no ha generado un rechazo político. Y así debe ser. Tenemos con ellos una enorme deuda moral, y son víctimas inocentes de una calamidad política provocada en su país por una combinación de malas ideas, corrupción, represión e ineptitud. Por otra parte, millones de colombianos acaban de pasar por la penosa situación de haber tenido que abandonar sus hogares en el campo o de ser desplazados a la fuerza de municipios rurales y se refugiaron en las ciudades, donde tuvieron que buscar sus propias soluciones. Nunca hubo un programa masivo de atención a los desplazados.
Posiblemente los inmigrantes venezolanos tengan que hacer lo mismo que ellos y al parecer lo están haciendo con algún grado de éxito, porque en los barrios populares y en los vecindarios de estratos bajos hay mayor solidaridad y menos aprehensión con los extraños.
Lo que está haciendo el Estado es brindarles servicios de salud y acceso a los colegios públicos para sus hijos. No es mucho más lo que hace por ellos, distinto a permitirles trabajar y permanecer en el país. A pesar de su precariedad, esto es algo muy importante si se piensa que Ecuador, por ejemplo, no los deja entrar ni pasar.
Por otra parte, aunque hay algún nivel de incomodidad de parte de colombianos que se sienten amenazados en sus trabajos por el ingreso de los venezolanos, no se conocen incidentes significativamente desagradables ni debemos tolerarlos. Tampoco se deben tolerar comentarios mezquinos en los medios en referencia a los costos que les impone la presencia de los inmigrantes a los sistemas de educación y de salud.
Una iniciativa que podría ayudar a los venezolanos y aliviar el problema de su estadía en el país sería divulgar en qué regiones o ciudades del país hay escasez de empleo. A pesar de las altas tasas de desempleo, en lugares como Buenaventura, por ejemplo, no se consigue fácilmente personal para trabajar en los puertos en ciertas actividades (‘wincheros’, operadores de tractocamiones, estibadores de refrigerados) y se tiene que traer gente de otras regiones para desempeñar esos trabajos. En la zona cafetera, en tiempo de cosecha ayudó mucho la presencia de trabajadores venezolanos dispuestos a recoger café.
Lo importante es que prevalezca el trato amable con los inmigrantes, una cierta solidaridad, un sentido de gratitud por lo que hicieron por los inmigrantes colombianos en el pasado y la capacidad de imaginarse como estaría uno en otro país en esas circunstancias.