Carlo Cipolla, prominente intelectual italiano del siglo 20, catedrático de historia económica en las Universidades de Pavía y Berkeley, en un divertido ensayo sobre la Ley de la Estupidez Humana, nos divide a los hombres, y también a las mujeres para no discriminar, según nuestra naturaleza, en cuatro categorías, a saber: Si tendemos a realizar acciones que resultan en beneficio propio y de otras personas, somos inteligentes. Si solemos interactuar con otros de manera que sufrimos pérdidas mientras el otro recibe beneficios, hacemos parte de los incautos. Si, en cambio, con frecuencia obtenemos beneficio con nuestros actos a costa de perjuicios para con quienes interactuamos, somos malvados. Finalmente, dice Cipolla, si causamos daño a otras u otros sin obtener un provecho propio o incluso ocasionándonos un perjuicio, estamos en el grupo de los estúpidos. El gobierno colombiano acaba de caer en una quinta categoría, insospechada para el propio Cipolla, consistente en actuar de tal manera que nos causamos perjuicios sin causar beneficios ni perjuicios a nadie más. Tal es el caso del decreto que prohíbe venderle más carbón a Israel.
Corría el año 1982. Carbocol, socio estatal colombiano de la multinacional Exxon en el contrato de Asociación del complejo carbonífero, férreo y portuario El Cerrejón Zona Norte, inició los exitosos pasos de Colombia en el mercado internacional del carbón haciendo uno de sus primeros negocios con Israel, gestionado por León Teicher, a la sazón Gerente de Mercadeo de la empresa. Soy testigo de ese logro, pues ocupaba la Gerencia del Proyecto dentro de la organización del socio colombiano. Me atrevo a asegurar que no hay ningún otro cliente que haya comprado carbón colombiano ininterrumpidamente desde entonces. Pero son contratos entre empresas privadas y hoy Cerrejón, en cabeza de Glencore, empresa suiza, y Drummond, empresa estadounidense, comercializadores internacionales, tienen proveedores globales y, antes que incumplir un contrato negociarán otra fuente de suministro, Suráfrica o Estados Unidos, competidores fuertes en la cuenca del Atlántico. A cambio Colombia se queda sin recibir cientos de millones de dólares, La Guajira y el Cesar se quedan sin recibir docenas de miles de millones de pesos en regalías, los municipios sin otros ingresos y unos cuantos paisanos sin sueldo. Semejante descalabro recuerda la frase del general Pirro cuando perdió medio ejército en una batalla que creyó ganar: “Otra victoria así y estamos perdidos”.
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