Yascha Mounk nació en Múnich, de padres polacos. Aunque se crió allí, sus compañeros nunca lo percibieron como un “verdadero alemán”. Tal vez así, sin proponérselo, marcaron sus inquietudes existenciales y académicas. Estudió historia en Cambridge e hizo el doctorado en gobierno en Harvard. Conferencista internacional y columnista de prestigiosos medios, tiene el podcast The Good Fight (La Buena Pelea). Su lema por la prevalencia de la democracia y en particular de ésta ante los desafíos que le plantea la diversidad bien podría ser: Si luchas puedes perder, si no, estás perdido. Luchar por su éxito es la invitación que deja en The Great Experiment: Why diverse democracies fall apart and how they can endure (2022).

Mounk no desconoce que en muchos conflictos sangrientos de la historia victimarios y víctimas compartían el mismo territorio, tenían el mismo color de piel o creían en el mismo dios. Se me viene a la mente la matanza de miles de hugonotes, protestantes, por parte de católicos, en 1572, durante las guerras de religión en Francia; y la guerra entre Irán e Irak, iniciada por motivos territoriales en 1980, que duró 8 años y dejó un millón de muertos, musulmanes todos entre chiitas y sunitas, ante la escandalosa indiferencia de casi todo el mundo, en agudo contraste con reacciones recientes. Pero, subraya él, en todos los continentes la historia también muestra que la diversidad incrementa el peligro de conflictos violentos: El Holocausto de judíos en la Alemania del tercer Reich, el genocidio en Ruanda de los tutsis por los hutus, con más de medio millón de muertos y de mujeres violadas, iniciado cuando rebeldes tutsis derribaron el avión con los presidentes de Ruanda y Burundi, ambos hutus; la bárbara esclavitud de africanos por los imperios europeos en las américas y el sometimiento de culturas nativas; o las cruentas invasiones de China en Vietnam y de Japón en China y Corea. Heridas difíciles de cicatrizar.

Observa Mounk que en la teoría y en la práctica las más renombradas democracias occidentales se concibieron y funcionaron bastante bien mientras mantuvieron cierta homogeneidad étnica, religiosa y cultural. Empero, en décadas recientes su composición demográfica se ha diversificado por la llegada de trabajadores inmigrantes, de nativos de las antiguas colonias o por generosas leyes de asilo. Aunque en todas ellas hay quienes abrazan la diversidad como una fortaleza, nadie niega los tropiezos crecientes para asimilar el cambio. ¿Por qué? Continuará.

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