Sí, nombraron a Claudia Bejarano presidente de Cerrejón. No fue por lourdeña, ni por uninorteña, ni por costeña. Tampoco por ser mujer. La minería sigue siendo una industria ruda y machista. Así que todas esas cosas que la perfilan y seguro enorgullecen eran en el mejor de los casos intrascendentes ante ojos foráneos.

La nombraron por capaz. Lo que demostró en 30 ininterrumpidos años desde que entró con su cara de niña a hacer una pasantía en Intercor. Ésta era entonces la filial de Exxon que operaba el complejo carbonífero El Cerrejón Zona Norte de Carbocol-Intercor.

Lo de “complejo” no es casual. Se trata de un país a escala: el primer ferrocarril de trocha ancha de Colombia, dos aeropuertos, una ciudadela integral, el primer puerto de aguas profundas con cargue directo en el continente, sistemas de información conectándolo todo, y, claro, la mina de carbón a cielo abierto, por años la más grande del mundo, que requirió el entrenamiento de 2.000 técnicos y 3.000 operadores de la región Caribe, muy bien pagos, hoy en su mayoría guajiros.

La inversión fue de 3.000 millones de dólares de 1985, unos 8.000 millones de hoy. Eso sin incluir la de las Zonas Central y Sur, que hace unos 18 años BHP, Anglo American y Glencore fusionaron cuando compraron Zona Norte; de manera que sigue siendo el mayor proyecto en la historia del país.

Sin embargo, mientras la cultura organizacional anterior procuraba formar los cuadros directivos al interior de la empresa, al retirarse el cartagenero Hernán Martínez, los nuevos dueños reclutaron los siguientes cuatro presidentes por fuera de la organización y por fuera de la región. El primero se llevó la administración para Bogotá, un error caprichoso y costoso, que acabó por distanciarla culturalmente. El último no tuvo tiempo ni para conocerla.

Durante la primera década de este siglo Cerrejón se consolidó en los mercados de Europa y la costa Este de Norteamérica y, con el viento de popa de la economía global, siguió generando cientos de millones de dólares en divisas, miles de empleos y billones de pesos en contratos y regalías.

Pero el mundo cambió: En EEUU el fracking liberó formidables reservas de gas, que con la inevitable caída de precio desplazó al carbón para la generación de energía; las térmicas costeras dejaron de comprarlo y sus proveedores locales de carbón salieron a competir por el mercado europeo.

En Europa se redujo la demanda de carbón, que se redirigió al mercado de Asia, con costos de transporte más altos, precios más bajos y márgenes ilusorios. Y en el propio vecindario la animosidad de algunas comunidades y los fallos judiciales que dejan en el limbo opciones mineras responsablemente concebidas hacen incierta la continuidad de la operación.

No la tiene nada fácil la nueva presidente. Además de sus cualidades, en que confiamos, necesitará apoyo local y gubernamental, que urgimos, y una dosis de suerte, que le deseamos.

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