Tuve el honor de conocerlo como colega, compañero, amigo y ser humano, cargado de merecimientos y virtudes. Como muestra de mi personal admiración, desde el valor de la gratitud, que nos hace agradecer las cosas buenas que nos rodean o rodearon, como un tributo a sus ejecutorias y manera de preservar su legado, rindo sincero reconocimiento a un colega, en razón a que creo haber percibido y conocido su grandeza, establecida desde la humildad, bondad, generosidad y disciplina.

La muerte terrenal, cuando recae sobre personas como el Dr. Osvaldo Díaz, redimensiona su impacto en el entorno familiar y social; porque parte de entre nosotros una persona que por su estilo, forma de ser, oficio, obras, sobresalió dentro de un grupo, dejando huellas, construyendo aprecios; yo lo quiero enaltecer, por todo esto, y porque fue una persona que reflejó una vida de ejecutorias como profesional de la medicina, genuino representante de su vocación médica, y compromiso ciudadano y comunitario; y porque de él podemos decir que, su legado pertenece a esa élite de humanos que sobresalen del común con luz propia y aportan muchos valores, que recibimos desde sus ejemplos, sus consejos, don de gentes, actitudes y experiencias de vida.

A quienes con él compartimos y hoy enfrentamos su prematura partida de este mundo, se nos arruga el alma, sentimos pérdida de felicidad y nos embarga una gran tristeza; indudablemente es un suceso que, a más de su familia, ha enlutando a infinidad de colegas, amigos, compañeros de sus actuaciones de vida.

El acompañamiento masivo en su despedida, es señal que cumplió con el compromiso que se tiene consigo mismo y con la sociedad como lo hizo este gran colega, de quien hay que resaltar como parte fundamental de sus actos, la dedicación con la que asumió sus responsabilidades.

Me puedo imaginar que él nunca quiso pensar en el hecho incomprensible de la muerte, que podría no ser acorde con su nobleza y actitud positiva en la vida; pero seguro que espiritualmente estaba preparado para ello, para partir en Gracia de Dios, estando en armonía, respeto y cariño, con su familia, allegados, amigos, compañeros, colegas, ciudadanía y comunidades.

Me abrogo la vocería de otros colegas, para reiterarle nuestro sincero testimonio de admiración por tan positiva labor humanitaria realizada, por la que rogamos a Dios lo acoja y mantenga en su Santo Reino.

Agustín Guerrero Salcedo