Es lógico tomar agua para saciar la sed. En ocasiones resulta inconcebible, valerse del llanto para saciar los sentimientos. En otras, por lo regular, nos dejamos llevar de la razón para saciar la soledad. No obstante, escatimamos que con la Biblia podemos saciar el espíritu. Sin embargo, priorizamos saciar nuestra sed de venganza. En ese caso, ¿Cómo saciar la sed de paz? ¡Descuiden ese mismo silencio me invadió al escribir esto!

También, es cierto, que el respeto entra por casa. Pero, nuestra morada está a la sombra de los estragos de la violencia que subyugan a Colombia. tales como: "El hambre, la censura, la muerte, el secuestro, las violaciones y de más delitos de lesa humanidad" Paz, paz, paz... Es el clamor desairado de una nación que se contrae en sus lamentaciones, de la cual brota lágrimas de sangre; desde la majestuosidad del mar caribe, hacia las selvas del Amazonas y las sierras andinas, que se dispersan por el océano pacífico y los llanos del Orinoco. Paz, paz, paz. Es análogamente, el coro en hebreo de un cuarteto de niños judíos. El cual, parece difuminarse al otro lado del globo terráqueo en el golfo pérsico.

Toda una plegaria inaceptable. Tan inaceptable, como aferrarse a acuerdos de paz. Que indudablemente reposan en el cesto de la basura, sobre la piel desgastada de un papel corrugado. Paz que, sin duda alguna, deberíamos buscar en el fondo de nuestro corazón.

Thiago Bettin