En el año 2015, nuestro papa Francisco emitió la Encíclica laudato si’ (alabado seas) en donde propuso la colaboración de todos los cristianos para solucionar los problemas y amenazas existentes en el planeta Tierra, nuestra casa común, y reparar los daños que nosotros hemos causado a la naturaleza. Pero, en este momento, el Papa ha decidido ser más específico en la protección de medio ambiente y ha convocado a los obispos a un sínodo sobre la Amazonía, para el próximo mes de octubre, con el fin de apoyar y proteger a los pueblos de esta región de Sur América y hacer visible ante el mundo lo que sucede en este pulmón del planeta (compartido por nueve países suramericanos), que cada día muestra más amenazas por la invasión de proyectos que usurpan las tierras, causan una gran deforestación, atentan contra este santuario de la biodiversidad e influyen fuertemente en el aumento del temible cambio climático.

Esta reconocida preocupación de nuestro papa Francisco, destacada en la portada de la revista Vida Pastoral (editada por Sociedad de San Pablo), ha coincidido con esta preocupante noticia de primera página, aparecida en EL HERALDO el pasado 7 de mayo: “Una de cada ocho especies en vía de extinción alerta la ONU”. Un millón de especies animales y vegetales (afirma la noticia) se encuentran en peligro de extinción en las próximas décadas, si no hacemos un cambio radical en nuestros métodos de producción y consumo. Este problema ambiental ha surgido como resultado de una profunda investigación de 145 expertos en biodiversidad de 50 países, con la esperanza de que se tomen las medidas para eliminar o remediar los efectos ocasionados por los humanos. De allí se deduce que la propuesta del papa Francisco para salvar a la Amazonía es un acierto oportuno y una inspiración. Será la primera vez que nuestra Iglesia Católica apoye oficialmente estas actividades materiales de cuidado ambiental y las promueva dentro de sus parroquias, con la colaboración de todos sus fieles.

Por supuesto, en este caso el énfasis se concentrará inicialmente en nuestra gran región amazónica, pero es la oportunidad para que las congregaciones católicas de todas las ciudades y pueblos de Colombia formen grupos de trabajo en beneficio y defensa del medio ambiente que se vive en cada parroquia, bajo la tutela de las diócesis, cuyos obispos participarán en el sínodo por la Amazonía que se reunirá en octubre en Roma y regresarán documentados y animados por los proyectos presentados en dicho evento, convocados por nuestro visionario Papa.

Queda pendiente una pregunta: ¿Cómo podríamos promover una ecología integral (ambiental, cultural y social) en todas nuestras iglesias cristianas?