Ahora muchos entrenadores y deportistas (sobre todo futbolistas), con o sin razón, se quieren escudar en las palabras del basquetbolista Giannis Antetokounmpo (quien las dijo en un contexto particular, no comparable con cualquier situación), para rechazar y evitar que les achaquen el término ‘fracaso’ a sus desempeños y campañas.
Hay una incomprensible alergia, temor y hasta indignación por un vocablo que la Real Academia de la Lengua Española (RAE) define de la siguiente manera: “Malogro, resultado adverso de una empresa o negocio”.
Simplemente es eso. Han satanizado la expresión. Parece que fracaso significara: derrota de inservibles, imbéciles y holgazanes que avergüenzan a todo el mundo, que estafan y son capaces de lo peor.
Junior tuvo resultado adverso en la Copa Sudamericana y en su temporada de Liga. Malogró las posibilidades de avanzar en ambos torneos. Agrego, ‘por si las moscas’, la definición de la RAE sobre malograr: “Perder, no aprovechar algo”.
Por lo tanto, así Vladimir Hernández diga: “no sé si llamarlo fracaso”, y ‘Bolillo’ Gómez mande a escuchar a Antetokounmpo, el primer semestre de Junior es un fracaso, un rotundo y estruendoso fracaso.
Las expectativas mínimas de un club con la inversión de Junior eran llegar a fase de grupos en la Sudamericana y pelear el título de Liga, nada diferente a lo que siempre se le exige, y ni siquiera pasó del primer partido de la competencia internacional ni entró a los cuadrangulares semifinales del campeonato doméstico. Eso es un fracaso.
Me extraña que Vladimir, quien conoce perfectamente la hinchada rojiblanca y las entrañas del equipo, lo ponga en duda.
Otra cosa es que ‘Bolillo’ no tenga total responsabilidad en el fracaso y que su buena gestión, con poco tiempo de trabajo, con una nómina que no armó, encontrando al equipo en el último lugar y con la desventaja de no contar por lesión con el mejor jugador, Juan Fernando Quintero (entre otras adversidades), haya evitado que fuese peor aún. Lo maquilló y casi lo impide, pero, económica y deportivamente, por donde se le mire, es fracaso. ¡Claro que es fracaso!