No hay que preparar el carro de bomberos ni encender voladores ni destapar champaña. No es tiempo de pedir música de la tierra y de decir que “esta noche no me esperen en la casa”. Calma pueblo. Obvio que no es momento de lanzar campanas al vuelo por la victoria de la selección Colombia 2-0 sobre Polonia, en el Mundial Juvenil.
Esto apenas comienza, claro que sí. Y ya sabemos que no es como se inicia sino como se termina. Lógico.
Sin embargo, en medio de la mesura que es preferible tener en estos casos, creo que la victoria de los pelaos de Arturo Reyes sobre el anfitrión (tiene su valor extra superar al local), da licencia para entusiasmarse y pensar que el combinado patrio nos va a dar más satisfacciones y orgullo que sinsabores y pena en esta cita mundialista.
La primera impresión que dejó en territorio polaco fue muy buena. Muchísimo mejor que la plasmada en el Torneo Sudamericano que concluyó en Chile hace tres meses.
Esto escribí al final de esa competencia clasificatoria:
“Los pupilos del entrenador samario se mostraron bastante sólidos en defensa (apenas 3 goles en 9 juegos), pero no le hacían un gol al arco iris y desesperaban por la forma en que cometían constantemente errores no forzados. No contaron con luz para iluminar los caminos hacia el gol. Solo chispazos, insuficientes ante tanta oscuridad en la definición. Anotaron solo cuatro tantos en 9 partidos. Sin embargo, no eran los únicos ensombrecidos. La mediocridad futbolística fue generalizada en el torneo”.
Los retoques que le hizo Reyes a su nómina, con la inclusión de jugadores que actúan en el exterior como Ánderson Arroyo (Gent de Bélgica), Jaime Alvarado (Hércules de España), Iván Angulo (Palmeiras de Brasil), Luis Sinisterra (Feyenoord de Holanda) y Juan Camilo Hernández (Huesca de España) le dieron el salto de calidad individual que el colectivo necesitaba. El equipo fue seguro atrás, claro en la salida (Arroyo y Vera se lucieron como laterales), intenso en la presión, dominador, hábil y contundente. Vamos a ver cómo le va en el resto del Mundial, pero lo de ayer invita a ilusionarse.