En contabilidad hay un principio irrebatible: a un crédito, un débito, sumas iguales. Cuando hay un ingreso es porque en otra parte hubo un egreso. Esto parece rebatido por el nuevo modelo de estafa ‘El telar de los sueños’. Es la pirámide de siempre ideada por Carlo Ponzi en 1920, de ahí su nombre. Casi 100 años después, con tantas versiones y malas experiencias, sobran las incautas que no escarmientan. El extraordinario “telar” se aprovecha astutamente del feminismo puro y duro. Incluye los componentes bien calculados para que las mujeres (se entiende es una cofradía de “solo mujeres”) sientan que pertenecen a un ámbito “aparte”, “secreto”, donde cuentan con la lealtad suprema y solidaridad propia del género. ¿Existe? Eso las hace sentir en total confianza y por lo tanto, más vulnerables.

El telar, o también “flor de la abundancia”, se configura en 15 círculos o pétalos con diferentes funciones; el objetivo es ir de los círculos externos al centro o cáliz usando los siguientes elementos y roles: inicia por el fuego o “dar” (8), sigue el viento o “atraer” (4), el aire o “apoyar” (2) y el agua o “recibir” (1). Para ingresar y ser fuego, aportan el equivalente a USD $1.440 cuyos dígitos suman 9, “el número mágico”. Al entregar el dinero, el sentimiento no es de desprendimiento monetario sino el de gratificación de saberse parte de un modelo innovador de “economía circular o del regalo” que desafía incluso a los gobiernos, según lo promueven. La veta esotérica es otra llave maestra para vulnerar la posible resistencia psicológica. Lo que lo hace más incisivo es cómo han sabido aprovechar la potencia de la redes sociales. He visto varios de los mensajes en Instagram. El lenguaje es en extremo atractivo, desafiante y provocador; jamás se habla de dinero sino de retorno, de horizontalidad, de conexión, de contexto; en general, son discursos que suenan bonito pero no dicen nada. La ignorancia es atrevida; muchas lo creen porque no lo entienden. Una mente cándida, con certeza, sentirá esa como su oportunidad de rebelarse, de hacer algo sin que su esposo o pareja lo sepa, y todas esas figuras que bien conocemos de la emancipación femenina. No es machismo para nada. Al contrario, estoy seguro de que las mujeres saben cuidarse bien, pero no hay criatura perfecta. Es a través de su vulnerabilidad emocional por donde se cuela este engendro. Aunque tejer o bordar convoca menos que antes, si la invitación es a hacerlo en “el telar de sus sueños”, ¿habrá alguna mujer que se resista?

La estafa está modelada exponencialmente: en la primera fase, solo una persona cobra, y 14 no; basta llegar a la iteración 20 para que 524.288 cobren y 7.340.032 pierdan sus mágicos USD $1.440 cada una. Si solo saltamos a la 23, las que cobren serán 4.194.304, y las estafadas 58.720.256.

Que este escrito sirva de advertencia y también para que las que cobren sepan que fueron ellas las que estafaron a las perdedoras, seguro sus muy confiadas amigas. En efecto, es solo eso, un telar de sueños, con ese nombre estaban avisadas de que tejerían sueños: y los sueños solo sueños son.

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