Doscientos años de polarización, guerra y violencia, acompañaron hasta nuestros días a generaciones de colombianos, pareciera que fuera una insuperable maldición que históricamente nos ha ubicado varias veces, como uno de los Estados más violentos, desiguales e inviables del planeta.
Tal circunstancia es más profunda y compleja de lo que se piensa, su explicación va más allá de la simplista perspectiva de quienes se ubican en el espectro político: de extrema derecha o extrema izquierda.
Argumento que resulta manío, además de romper insuficiente, para explicar lo que está sucediendo en nuestro país, por la simple razón de que la izquierda objetivamente nunca ha gobernado a Colombia y de pronto jamás lo logrará. Es decir, está exenta de culpa derivada del mal manejo de la cosa pública.
Sin embargo, frente a la coyuntura con proyección a las elecciones presidenciales de 2022, sin duda la izquierda tiene una opción de poder importante, real, cierta y difícilmente refutable, pues la radical derecha que nos gobierna pareciera ser su más connotado jefe de campaña.
Lipset, desde 1960 en su obra: El hombre Político: Las bases Sociales de la Política, describió el espectro político de la siguiente manera:
“La derecha siempre es el sector de partido asociado con los intereses de las clases altas o dominantes, la izquierda el sector de las clases bajas económicamente o en lo social, y el centro de las clases medias. Históricamente este criterio parece aceptable. La derecha conservadora defendió prerrogativas, privilegios y poderes enterrados: la izquierda los atacó. La derecha ha sido más favorable a la posición aristocrática, y a la jerarquía de nacimiento o de riqueza; la izquierda ha luchado para la igualación de ventaja o de oportunidad, y por las demandas de los menos favorecidos. Defensa y ataque se han encontrado, bajo condiciones democráticas, no en el nombre de la clase pero sí en el nombre de principio; pero los principios opuestos han correspondido en términos generales a los intereses de clases diferentes.”
Bajo la anterior explicación del espectro político teorizado desde hace 60 años por Lipset, es claro que el eje de la izquierda en el mundo ha girado en torno a la conquista del Derecho a la Igualdad, aspiración valida y pertinente en la actualidad en razón de las consecuencias post pandemia, pero sobre todo por las resultas producidas, por la profundización en el mundo de la brecha entre ricos y pobres, como consecuencia del fracasado modelo económico neoliberal, constructor de la teoría económica que permitió que los ricos en el orbe fueran más ricos y los pobres más pobres.
No existe un solo terrícola que se atreva a afirmar lo contrario, cuando así lo planteo al mundo, el nobel de economía: Joseph Stiglitz: “En todas las dimensiones, el neoliberalismo ha sido un fracaso”
En Colombia la pandemia ha producido hasta el momento casi cuatro millones de desempleados, la economía según el Ministerio de Hacienda y El Banco de la República, se contraerá en promedio en un 5.5 del PIB, con solo estos dos indicadores el panorama colombiano es adornado por un gobierno errático frente a la política de erradicación de cultivos ilícitos, ausencia en cuanto el abordaje para la contención de masacres y con su líder natural detenido, panorama más que sombrío para la derecha, no solo para el Centro Democrático como partido de gobierno, sino para los más pobres de Colombia que literalmente están en la olla, nadando en sus necesidades básicas insastisfechas, como consecuencia de un gobierno que después de dos años no arranca.
Es claro entones que en el juego político presidencial en 2022, lo que está definiéndose de fondo, entre otras cosa, es el modelo económico a futuro, lo que explica la polarización actual permeada por el proselitismo con base en la aplicación de la teoría del miedo, que tiene como principal contención del cambio, el uso del terror como estrategia de campaña.
Sencillamente el miedo al ridículo hipotético de que si gana la izquierda, ganaría el castro-chavismo y seriamos otra Venezuela, es clara demostración de que se nos trata definitivamente como imbéciles.
La situación política de Colombia es más profunda. Lo que sí es cierto es la actual polarización política representada por Álvaro Uribe Vélez, calificado como de extrema derecha y Gustavo Petro Urrego, de extrema izquierda, confrontación que de alguna manera, gran parte de la población está cansada, agotada, coloquialmente hablando: mamada.
Tal circunstancia pudiera abrir una gran posibilidad para una tercería o candidatura a la presidencia de la república de centro, sea de centro izquierda o de derecha, en todo caso más mesurada, conciliadora, fresca y menos recalcitrante.
Entonces la pregunta pertinente es: Ha llegado el momento de la izquierda o el del centro? Yo creería que el momento, -agosto de 2020-, es para el centro. El candidato que logre atesorar el descontento producto de los extremos políticos, logrará llegar al solio de Bolívar, a no ser que la izquierda alternativa, se una entorno de un candidato, acuerdo político programático y partidista, que no lo veo probable en atención la historia reciente, a no ser, y, solamente, si Gustavo Petro logre moderar su discurso más hacia al centro, hasta el punto que sea lo suficientemente convincente y creíble como para atraer el descontento nacional producto de la polarización, de la cual paradójicamente él es uno de sus protagonistas.