A continuación, la voz del pintor, crítico y novelista Fabio Rodríguez Amaya, respondiendo desde Milán algunas preguntas que le formulé con motivo de su esperada primera novela, Abuelo Macedonio:
Abuelo Macedonio la redacté entre el invierno de 2019 y el verano de 2021, luego ha sido el trabajo de verdadera escritura que culminó con la revisión de las pruebas de galeras en junio de este año. Sin embargo el precedente es el siguiente: entre 1992 y 2015 escribí un libro seminal que he titulado Altrove, patria de nadie. Y entre 2016 y 2019 Abuelo Antonio que saldrá el año entrante. Y trabajo en Papá Paz, que saldrá en 2025. Es un trabajo de simultaneidad, paralelo a mi trabajo de pintor. En 2020 inauguré en la Fundación Mudima de Milán, Espacios para una arquitectura de la soledad, dibujos en gran formato y en marzo de 2024 inauguraré Presencias, pinturas recientes.
Partiendo del conocimiento de la realidad, mi propósito fue escribir desde la ficción capítulos silenciados de lo que ha sido y es Colombia y Latinoamérica, racistas, clasistas y excluyentes, desde la llegada, sin invitación alguna, del quincallero genovés, a través de la reconstrucción de una estirpe de doce generaciones de abuelos, concentrado especialmente en esa fantasía que son el estado-nación, la república, la democracia, la libertad, la paz y la felicidad – de uso exclusivo de la casta dominante –, donde desde entonces se vive en estado de guerra permanente y en un estado total de violencia: política, económica, moral, y cultural y son las mayorías a pagar las consecuencias.
Páginas desconocidas de Colombia por censura u ocultamiento, una seria exploración lingüística que incluye la oralidad y la multiplicidad de narradores, sobre todo imaginación y humor en la construcción de una diatriba que considero necesaria. Estoy seguro de que, con las diferencias técnicas y del oficio, para mí se trata de un único texto, ora pictórico o gráfico, ora narrativo o ensayístico, pues el protagonista de mi trabajo es el ser humano.
Abuelo Macedonio es la historia del octavo primogénito mayor de la estirpe de los Porras Castro de Duero y Cubides, un arquetipo imaginario de criollo con ínfulas de aristócrata hispano del siglo XIX en el Nuevo Reino centralista y greco-quimbaya. De casta alta latifundista soñaba ser científico, pero resultó siendo un general con siete soles marchitos en el hombro y treinta y tres colgandejos de lata en el pecho que lo encorvaron para siempre. Él nace con el don de la intuición visionaria, es masón, culto, ajedrecista, lector infatigable y apasionado de caballos. Cuando terminaba el bachillerato con los jesuitas en el San Bartolomé, los acontecimientos le imponen alistarse a los 17 años en los ejércitos patriotas del Casanare, combate la Campaña Libertadora como asesor estratégico de Bolívar y todas las guerras civiles hasta la de 1885 como militante convencido de los liberales criollos.
Va un abrazo de los míos, grande como de aquí a Curramba y mi amistad siempre, Fabio.