En este mes precarnavalero hay otra comparsa, otra bulla que se está tomando la ciudad y ha armado un escándalo a nivel nacional y muy probablemente internacional. Combos de mujeres, porque no son dos ni tres, se han tomado las calles y se toman parques y plazas para denunciar el acoso y el abuso sexual por parte de hombres que están en posiciones de poder.
Porque es así como se conforma el abuso hacia cualquier persona, sea esta hombre o mujer. Alguien que ostenta algún tipo de poder, así sea en institución, empresa, hogar, usa su posición para lograr lo que antes se denominaba “favores” sexuales.
En la actualidad la bulla la está haciendo una nueva generación de mujeres preparadas para la lucha feminista, porque son profesionales y estudiantes que han tenido acceso a la información que empodera. Se han convertido en una colectividad que está formando una ola que es más fuerte que la acosadora brisa que nos envuelve en estos días.
No se quedan sentadas en sus casas tuiteando o facebuqueando. Se comunican, eso sí, con todas las herramientas asequibles en los teléfonos celulares y sacan sus cuerpos, que son los que importan, a la calle en combos bulleros, con pancartas, con pitos, con consignas.
No es que griten “me too”, tienen su propia lucha. Una lucha que surge de un “a mí también me pasó”, un comprenderse hermanadas ante un tema.
Eso se llama sororidad. Esta palabra es un neologismo que se usa para indicar hermandad entre mujeres que no son hermanas, pero que se unen alrededor de hechos que tienen que ver con la discriminación de género. Es la hermana femenina que se solidariza con las otras que necesitan de ella, donde lo fraternal predomina y aplasta.
Al inicio de lo que hoy se denomina como la segunda ola del feminismo (catalogación discutible), las feministas norteamericanas de los años 60 (siglo XX), comenzaron a usar el término “sorority” y “sisterhood” para poder englobar ese sentimiento de unión que lleva a la acción conjunta. Una acción liberadora que involucra a otras mujeres, generalmente, para unir y dar la pelea contra costumbres y leyes que las afectan, producto del patriarcado.
En Barranquilla vimos cómo la semana pasada sucedió una marcha contra el abuso y el acoso sexual que partió del parque Suri Salcedo y llegó a la Plaza de la Paz con consignas propias del siglo XXI:
#MásEducadoresMenosAcosadores y #VengoAClasesNoTePases.
Esto nos hace sentir esperanza, una posible realidad de un futuro donde la mujer no tenga que estar siempre a la defensiva, ni ser educada con el miedo absoluto a la calle o cualquier espacio donde se pueda ejercer sobre ella presión para acceder a su cuerpo.
Tómense las ciudades, los pueblos, las calles, el país, las instituciones, hermanas menores. Usen la energía que ya algunas usamos antes de que ustedes nacieran. Está allí a su disposición. La energía nunca desaparece. La sororidad sigue siendo el ejemplo para que la generación que viene no esté abocada a más de lo mismo.