La pandemia se volvió un desafío para el sistema educativo. Cerca de 1.500 millones de niños y jóvenes de 191 países han sido afectados. Un resultado inmediato es que dependeremos de la tecnología para continuar con los estudios. El pasado lunes 10 entraron los colegios de calendario B. “Entrar” suena ahora muy raro, ya que, físicamente, no entran a ninguna parte. De hecho, no salen de la casa. Deberíamos cambiar el término este año para decir sencillamente: empezaron clases. Por el COVID-19, la vida de los niños cambió. Algunos dicen que los menores de diez años no son transmisores del contagio, pero es una hipótesis sin comprobar. De hecho, Israel abrió los jardines infantiles para menores de cinco años pero volvieron a cerrarlos, ya que se incrementaron los infectados. Es decir, no podemos confirmar aún la teoría, que, confieso, me daba mucha esperanza.
El reto que se les viene encima a los padres y a los niños es muy complejo. En mi caso personal, mi hijo Dylan inició Kínder 4 el martes. Nunca había asistido a clases virtuales hasta ahora, ni conocía a la profesora. No sabe quiénes son sus compañeros porque en una pantalla donde salen 22 niños a la vez. Es difícil conocerlos. Estrenar colegio no le hace mucha ilusión. Y la verdad, a mi tampoco. Mucho del material que le van a enseñar significará más trabajo para los padres. Nos tocó volvernos profesores. En estos días, empecé a cumplir simultáneamente el rol de profesora, rectora, recreacionista, sicóloga. Para los papás que trabajan, es una especie de “misión imposible”. Además de responder por sus labores profesionales, deberán enseñar también. Básicamente, son superhéroes.
Es cierto que los colegios han hecho una tarea inmensa. Pero deberán elaborar pedagogías alternativas que llenen las necesidades de los alumnos aislados. Los profesores han puesto lo mejor de sí mismos de su parte para que el currículum, que se volvió virtual, sea útil y comprensible. Porque como docentes formados en la investigación, no cuentan ahora con referentes. Todo es nuevo. Entran a un mundo desconocido en el que deben convertirse de improviso en pioneros. ¿Habrá que abrir una carrera de docencia virtual? El desarrollo de nuestros hijos en el próximo futuro va a presentar sin duda muchas carencias. Se van a atrasar en el aprendizaje de idiomas. Van a perder rutinas, no podrán hacer deportes, se van a privar de la parte social, de hacer amistades y compartir. Al final, los recuerdos que más trascienden del colegio son los amigos y no las matemáticas.
La reapertura escolar en realidad les da menos duro a los menores y más a los adultos, porque tenemos un problema de transmisión que aún no sabemos cómo manejar. Si la vacuna sale este año, como promete China, ¿se la pondría a sus hijos? El Gobierno colombiano está negociando la compra de seis millones de vacunas, prioritariamente para las personas más vulnerables. ¿Cuál es la prioridad de los niños? Ninguna, porque no presentan síntomas. Nos espera un largo camino. La incertidumbre está al máximo.