Para nadie es un secreto que desde que Barranquilla volvió a convertirse en la ‘Casa de la Selección Colombia’, el resto de las ciudades principales del país, han hecho todo para quitársela. Si ‘ganamos’ es gracias al equipo, pero si ‘perdemos’ es porque ‘la hinchada no se siente’, ‘el calor no les ayuda’, y ‘los costeños somos unos pecho frío’.
En redes sociales siempre es lo mismo, y los periodistas y políticos que han estado en contra de que la ‘Puerta de Oro’ sea la sede dónde juega ‘la Tricolor’, aprovechan las pérdidas para volver a activar el tema. ‘Vengan a Cali para que vean lo que es una hinchada de verdad’, ‘que se la traigan a Medellín porque tanto el clima como su gente aportarían mucho más’, y, la clásica, ‘no tiene sentido que la sede oficial no esté en la capital de Colombia’ (como si se les olvidara todos los mundiales a los que dejamos de ir, cuando las eliminatorias fueron en Bogotá), son algunos de los comentarios que encontré en esta oportunidad en Twitter.
Así que es hora de decir las cosas como son. Sé que en el momento de la ira, a muchos les gusta buscar un ‘chivo expiatorio’ para evitar reconocer lo realidad, y, por ende, creen que ‘cambiando el sofá’, ‘se compone la vaina’, pero la verdad es que la culpa no la tiene la ciudad dónde durante ocho años vimos cómo se celebraban victorias, y dónde todos los colombianos fuimos testigos de cómo se ganaron los jugadores sus entradas a las pasadas celebraciones del evento más importante de este deporte en el mundo, sino que la tienen su director técnico, el equipo y sencillamente, una falta de cohesión y comunicación entre todos los factores.
En los últimos seis partidos, de los cuales tres de estos no fueron jugados en Barranquilla, la Selección Colombia no hizo un solo gol. No sé mucho de fútbol, ni me las voy a tirar ahora de la más erudita, pero como leí en estos días, ‘hasta dónde yo sé, para poder ganar, se necesitan hacer goles’, y estos no pudieron hacerse. En ninguna parte.
Tal vez fueron los planteamientos, tal vez fue ‘la falta de moral’, tal vez fue ‘una mala racha’, y quizás tal vez una muy mala dirección, pero en ningún caso la culpa fue de Barranquilla, de los barranquilleros o de del Estadio Metropolitano Roberto Meléndez, uno que vale aclarar le abre las puertas a todos, y debido a esto, siempre está lleno de hinchas que vienen de todas partes de Colombia.
Así que para aquellos que siguen considerando que la problemática está en el clima tan ardiente de ‘La Arenosa’, o en la falta de ‘alma’ de los que deben encargarse de alentar tanto ‘en las buenas como en las malas’ a los once valientes que van a dar ‘el todo por el todo por la camiseta’, impulsados por su puesto por el interés económico y político tan grande que despierta este honor, les recuerdo que lo único que cambió entre las pasadas ediciones y esta, no fue el exceso de calor (eso siempre es una constante), sino la falta de un señor.
Porque para mí, todo esto se trató de un ‘man’, y se llama José Pekerman.