Esta semana quedó claro que un solo hombre no debería tener tanto poder, y que es absolutamente insostenible que todo el planeta dependa de las decisiones o resultados de una sola empresa. Nadie, absolutamente nadie, debería tener acceso a ser el dueño de un monopolio como este.

Facebook, Instagram y WhatsApp se cayeron por más de seis horas, y aunque esto provocó memes, risas y hasta preguntas existenciales, la realidad es que fue una llamada de alerta para todo el mundo: nuestros trabajos, nuestra manera de comunicarnos, y nuestras vidas dependen de Mark Zuckerberg. ¿En qué momento pasó esto?

Para un gran porcentaje de la población mundial, sobre todo para la región Latinoamericana que tanto utiliza WhatsApp, el hecho de que se hayan caído por tantas horas estas plataformas, representó un problema económico gigantesco. Y no, no estoy hablando de los que creamos contenido digital (quienes siempre terminamos siendo blanco de burlas en este tipo de situaciones), sino de los emprendimientos y empresas cuyo modelo económico está directamente vinculado a alguna de estas aplicaciones.

La caída fue nefasta para las empresas cuyo canal de publicidad son precisamente Facebook e Instagram, y aún peor para las que concretan ventas a través de WhatsApp. De igual forma fue terrible también para las empresas que tienen como herramienta de trabajo comunicarse a través de esta última, y les deja una enseñanza sobre la necesidad de tener mejores y más confiables canales para futuras oportunidades. Y, por último, fue un despertar para aquellos creadores de contenido digital, emprendedores y empresas que aún no han migrado a otras plataformas, y que deja un mensaje contundente: no importa cuál sea la industria, uno nunca debe poner todos los huevos en una misma canasta. Punto.

La verdad es que está más que claro y lo está desde hace muchos años ya, que las redes sociales llegaron para quedarse. Hace mucho que ya no son algo nuevo, e indiscutiblemente hacen parte de nuestro estilo de vida. Entonces si esto es así de importante para nuestra sociedad, ¿por qué aún la regulación es tan vulnerable? ¿Por qué una sola persona logró acaparar casi que todo el monopolio de plataformas fundamentales para el mundo? ¿Por qué es permitido que tantos dependamos de lo que suceda con el servidor de una sola compañía? Nada tiene sentido.

Y me podrán debatir con que ‘hay otras plataformas, solo que nadie las utiliza tanto’, con que: ‘¿acaso es su problema que le vaya tan bien a sus aplicaciones, mientras que a otras que ofrecen el mismo tipo de servicio no?’, o con un ‘¿acaso no hay industrias como la textil, por ejemplo, dónde unos cuántos son los dueños de las grandes cadenas mundiales y no hay quejas?’, pero es que ahí está el inconveniente, que esta industria no es como las otras. No es un lujo, no es consumo, sino una verdadera necesidad. Sobre todo porque esta tiene acceso a lo más importante que tenemos: nuestra información.

Es por esto que considero que las regulaciones deben ser, en mi opinión, diferentes y todavía más estrictas para este sector, y que debe verse con otros ojos que una sola persona pueda acaparar tantas plataformas que no solo condicionan nuestra vida, sino que le dan acceso a nuestras vidas, a nuestros pensamientos, y hasta a nuestra democracia. Es necesaria una intervención.

Porque nadie puede ser tan poderoso como para hacer que se detengan nuestras vidas de esta manera. Porque seis horas de inhabilidad debe ser una alerta roja. Porque esto solo se puede poner peor...