En noviembre del 2019, en medio de las protestas sociales que por ese entonces sacudían al país, la influencer Daneidy Barrera Rojas, más conocida como ‘Epa Colombia’, montó en sus redes sociales un video que la mayoría de los colombianos vimos con rechazo.

En él, ‘Epa Colombia’ se mostraba destruyendo activos de la ciudad, mientras invitaba a sus seguidores a hacer exactamente lo mismo. Fue, sin lugar a dudas, un ejemplo de cómo no usar la amplia influencia que para ese entonces ya gozaba de tener, y, por ello, el mundo cibernético la ‘canceló’. Debo decir que uno de esos miles de comentarios fue mío, pues simplemente no me parecía que esa era la manera de alzar la voz frente a las injusticias, y que por el contrario, deslegitimizaba a quienes protestaban pacíficamente por sus derechos.

Desde entonces, a Daneidy le abrieron un proceso penal al que en ese momento casi toda la población consideró imprescindible, y este jueves pasado, dicho proceso llegó en segunda instancia a un veredicto. La sentencia: 63 meses y 15 días de cárcel, la inhabilidad para ser ‘influencer’, y el pago de 492 salarios mínimos.

Ante esto respondo con la misma vehemencia con la que en noviembre del 2019 hablé acerca de sus vandálicos actos: esto es un absurdo.

Y no solo es un absurdo porque la condena está, a mí manera de ver las cosas, absolutamente desproporcionada frente el crimen, sino porque Daneidy en estos últimos años se ha convertido en un verdadero ejemplo de vida para muchos. La realidad es que desde aquel hecho en el 2019, ‘Epa Colombia’ cambió el rumbo que hasta ese momento había tomado. Como ella misma lo ha dicho en muchas ocasiones, sus errores la ayudaron a replantear sus decisiones, a desechar algunas de sus amistades, a transformar su entorno, a trazar sus metas y la hicieron darse cuenta de que estaba equivocándose.

En estos últimos años, esta mujer logró convertirse en una verdadera empresaria, y hoy en día, les genera empleo a muchas mujeres colombianas. Sus famosas keratinas, y su deseo de salir adelante, lograron que ella hoy sea dueña de su propio hogar, de su propio carro, y de la tranquilidad que da tener un sustento bueno generado honradamente.

Y aunque el hecho de que ya haya cambiado no signifique que puede borrar el crimen inicial, creo firmemente que la justicia colombiana ha cometido un error garrafal, pues su acto de vandalismo no justifica tantos años de cárcel, y por el contrario, la percepción que hoy se puede llevar el pueblo colombiano de esta sentencia, alimenta la idea de quienes consideran que en las instituciones no se pueden confiar.

Porque de nada sirve encerrar tanto tiempo a una persona que ha probado que lejos de ser un peligro para la sociedad, está trabajando en mejorarla.