Hay masacres, violencia, resentimientos, narcotráfico, odios, corrupción, grupos armados, delincuencia común, ilegalidad, pobreza, miseria, desempleo y un sistema de justicia deficiente. No alcanzan las cárceles para los que infringen la ley, la mayoría de los jueces se dejan comprar, muchos de los que hacen las leyes tienden a tener intereses personales que priman sobre los de la comunidad, y los medios de comunicación que hoy en día enfrentan una crisis, titulan con amarillismo a un pueblo que no es capaz de leer el contenido de una noticia.

Tal vez por eso siempre he compadecido el rol de los dirigentes que sueñan con hacer las cosas bien, ya que siempre reciben una empresa con grietas, que parecen imposibles de corregir. “De buenas intenciones está labrado el camino hacia el infierno”, dicen las abuelas, y siempre he creído que, a muchos les sucede esto. Tienen buenas intenciones, pero generar resultados en un país como Colombia, resultados que hagan que toda la ciudadanía esté contenta a corto plazo, es una labor titánica.

Sin embargo, nunca antes había sentido tanta compasión (sí, he dicho compasión) por quienes hoy dirigen esta nación. Si antes generar confianza era difícil, con pandemia abordo es imposible, pues todo se ve improvisado, y el único resultado ‘positivo’ que puede un dirigente dar, sea este de una ciudad, de un departamento o de todo el país, es el de: “hoy tenemos menos muertos que ayer”. Aplaudimos si hay menos muertos, si hay menos contagios, pero sigue habiendo muertos y sigue habiendo contagios. Y por ende, aplaudir resulta cruel.

La verdad, estamos frente a un momento que nadie le va a agradecer nada a los gobernantes, ya que por un lado, si no te has contagiado, pero has perdido tu empleo por el confinamiento, no le agradecerás al gobierno por salvarte una vida que no sabías que te la estaban salvando. Y por otro lado, si un familiar o persona cercana se contagió, y por ende, se muere debido a esto, no le agradecerás al gobierno, pues desde tu perspectiva, las medidas de seguridad no sirvieron.

Yo no sé si les pase a ustedes, pero hay días en los que me despierto y me parece que ser el país que más tiempo ha estado en cuarentena, es una ridiculez, que tener la economía detenida es el peor error posible para un país sin plata como lo es el nuestro, y que estar tantos meses encerrados solo está logrando que la gente tenga cada vez más hambre. Y luego hay días en los que escucho que las estadísticas de muertos ya no son números y, por el contrario, son caras de personas que conozco, y vuelvo a pensar que nada es más importante que la vida.

Y como yo, sé que hay muchos de ustedes que están así. Que no saben qué pensar, ni qué hacer, ni cómo sentirse. Y como nosotros, están nuestros gobernantes, quienes por el miedo a tomar la decisión errada, no salen de la tibieza en sus decisiones. Que sí a los cines, pero sin comida, y sin compañía. Que sí a los bares, pero sin alcohol. Que sí a los centros comerciales, pero no a las salidas de ocio. Literalmente, vivimos en un constante ‘que sí, pero que no’. Y así, ni los de un lado, ni los del otro, quedan satisfechos.

Definitivamente, el peor lugar para estar en este momento, es en los zapatos de quienes llevan las riendas de Colombia.