Lo he dicho varias veces, las reglas del juego cambiaron cuando llegaron las redes sociales. Y aunque de muchas maneras cambió para bien, dándole visibilidad a causas que antes permanecían en el olvido, también hay que resaltar que desde que se inventaron, en algunos campos se han convertido en armas de doble filo.

Quizás el que considero que más ha sido afectado por esta revolución es el campo periodístico, pues para nadie es un secreto que desde hace ya varios años viene atravesando una crisis económica que ha obligado a los medios a ‘reiventarse’. La pauta publicitaria se ha reducido tanto, que ahora una persona hace el trabajo que antes hacían cinco, y, por ende, cada día se enfocan más en lograr ‘acaparar’ la pauta digital. Gana el que más ‘clicks’ tenga y el que más entradas logre. Y por andar pensando en cantidad, algunos han perdido calidad.

Por esto mi columna de hoy es un llamado al periodismo serio de este país: no hay crisis que valga la pena poner en duda su integridad. Porque no todo se vale. Porque no todo lo amerita. Porque no pueden olvidar la diferencia tan grande que hay entre una noticia y un chisme.

Un ejemplo de esto es lo que ha sucedido en las últimas semanas con el polémico caso de la ex congresista Aida Merlano. Un caso tan importante, que necesita que los medios lo mantengan vivo. Pero hay periodistas que lastimosamente perdieron el norte, yéndose por el camino del amarillismo, y no por el que le concierne a Colombia.

En vez de enfocarse en hacer las preguntas que son: ¿dónde está? ¿quién la ayudó a ‘volarase’? ¿quién está detrás de todo esto?, hay periodistas que han decidido convertir la fuga, en un circo que cada vez más se aleja de lo que es pertinente para los colombianos, y tergiversa el mensaje sobre lo que deberíamos estar hablando. Ya no importa la noticia, ahora lo que vale es el chisme.

Es triste ver que la búsqueda de ‘clicks’, ‘likes’ y ‘ratings’ haya hecho que lo que se ‘informe’ sea puro morbo. Morbo que ha olvidado que hay gente real en el medio, que hay un matrimonio de 60 años, que hay hijos, que hay nietos, y que poco de lo que se dice tiene que ver con el tema principal. En vez de hacer preguntas sobre el caso legal que tiene el empresario Julio Gerlein Echeverría abierto, en vez de hacer preguntas que ayuden a encontrar a la prófuga de la justicia (a quien han dibujado como víctima, al punto que a muchos se les olvida que fue encontrada comprando votos), en vez de hablar sobre lo que verdaderamente es relevante, hay periodistas que han decidido utilizar el espacio para ‘echar el chisme’ (que como todo chisme no ha sido corroborado y puede tener tintes de ficción), sobre lo que a nadie le tiene por qué importar y que lo único que ha hecho es lo que en Colombia somos expertos en hacer: volver famosa a quien tiene hambre de serlo.

Porque los derechos de una persona terminan cuando comienzan los de la otra, y todo el mundo tiene derecho a la intimidad. Lástima que al periodismo ‘serio’ de este país se le haya olvidado eso.